Solidaridad: la mejor vacuna viral contra el Covid-19
Prepararnos para lo peor para poder esperar lo mejor debería ser la estrategia que mancomune a los argentinos frente a la pandemia del coronavirus
El tan temido coronavirus (Covid-19) ha llegado a la Argentina y es responsabilidad de cada uno de nosotros hacer lo necesario para evitar que se siga propagando sin tregua hasta desatar un colapso sanitario.
Hay un deber ineludible de las autoridades nacionales y provinciales para tomar todas las medidas indispensables tendientes a contener la escalada de esta pandemia. Pero poco podrá hacerse si la sociedad no se muestra a la altura del problema y se siente ajena a él. Sin que pueda sonar exagerado, más que nunca deberíamos prepararnos para lo peor para poder esperar lo mejor.
Que este fenómeno mundial pueda revertirse dependerá del profesionalismo de las autoridades sanitarias y de que la ciencia y la tecnología puedan brindar con la mayor rapidez posible las respuestas adecuadas. Sin vacunas hasta el momento para enfrentar esta grave pandemia, solo queda extremar los cuidados para evitar el contagio y apelar a la solidaridad como la mejor vacuna viral frente al Covid-19.
El primer ejemplo de solidaridad y cooperación es respetar a rajatabla los períodos de cuarentena, dispuestos para todos aquellos viajeros procedentes del exterior del país, y el resto de las directivas emanadas de las autoridades sanitarias.
Fuera del cumplimiento de esas normas, es menester ser comprensivos y ayudar a todos aquellos comprendidos en los grupos más vulnerables frente a esta pandemia: adultos mayores, personas con enfermedades respiratorias crónicas (como asma o EPOC) y cardiovasculares, hipertensión, cáncer, diabetes e inmunodepresión, entre otras.
Situaciones extremas como la que vive en estos días el mundo entero suelen poner de manifiesto lo mejor y lo peor de la condición humana. Es necesario que cada uno realice un ejercicio instrospectivo y analice de qué manera puede contribuir a ayudar a paliar esta crisis y qué actos debe abstenerse de llevar a cabo para no agravarla.
Las recientes imágenes del último fin de semana que mostraron a un enorme número de personas agolpadas en supermercados para abastecerse y stockear innecesariamente productos de primera necesidad o elementos como alcohol en gel o jabón no ha sido un buen ejemplo, sin dudas. Exhiben un egoísmo y una actitud propios de un "sálvese quien pueda" incompatibles con la necesaria calma que debe imperar. Acentúan los temores a un desabastecimiento que no debería producirse y alimentan la desinformación, que es el mejor aliado de las pandemias.
El coronavirus no habrá de frenarse a través del pánico, sino mediante una acción conjunta, continua y organizada de las autoridades y de la ciudadanía, que deberá ejercer un papel activo y responsable en el cuidado personal y del prójimo.
La Argentina no debe desaprovechar una ventaja, que pasa por su posibilidad de aprender de las experiencias que otros países del hemisferio norte le aportan en materia de lucha contra el Covid-19. El caso más emblemático quizás sea el de Italia, que desde el 20 de febrero, cuando tenía solo cinco casos de coronavirus, saltó a unos 24.700, con más de 1800 personas muertas, hasta ayer. Allí, la cuarentena llegó demasiado tarde, cuando el virus ya estaba muy expandido. La principal lección que nos llega desde la península itálica -y también de lo que se está viendo en España- es que el coronavirus no puede subestimarse en la etapa de prevención y que no debe dudarse en actuar con absoluta firmeza en el control de las fronteras y del tránsito masivo de personas dentro de las grandes ciudades. Tampoco en prohibir los espectáculos multitudinarios ni en disponer lo necesario para evitar posibles contagios en los medios de transporte público de pasajeros.
Es vital aplanar la curva de infectados para evitar que la propagación del virus sea exponencial y que se produzca un colapso del sistema hospitalario.
Aun con las lamentables consecuencias económicas que se provocarán, las personas deberán permanecer en sus hogares si se considerase necesario para evitar males mayores.
Ciertamente, la Argentina llega a esta crisis con muchos menos recursos económicos que otros países. Ni es Estados Unidos, cuyo presidente anunció que volcará 50.000 millones de dólares para paliar los efectos negativos de la pandemia, ni cuenta con decenas de laboratorios para la detección del coronavirus, como Corea del Sur o Taiwán; apenas tiene un laboratorio, en el Instituto Malbrán. Pero puede actuar con mayor rapidez que algunos de esos países en materia de prevención. Con la suspensión de clases -que obligarán a las escuelas y los maestros a un esfuerzo adicional en materia de educación a distancia- y el cierre de las fronteras -que debería llevar a una unificación de las políticas migratorias en la región por las próximas semanas- se ha dado una importante señal sobre la voluntad oficial de enfrentar la pandemia. Sin dudas, esta continuará, pero no habrá que perder de vista el objetivo inmediato: desacelerar su crecimiento. Y para ello será necesario el esfuerzo mancomunado de toda la sociedad.