¿Más plástico que peces en el océano?
Qué hacer con tantos elementos contaminantes, sin desconocer su grado de utilidad, es uno de los grandes desafíos en materia ambiental
El daño que los residuos plásticos están causando a los ecosistemas y a las especies que los habitan se ha convertido en algo más que un gravísimo problema ambiental para el planeta. El plástico, que cambió la vida del mundo y se convirtió en un aliado del comercio, la tecnología, el transporte y la medicina, es ahora, paradójicamente, uno de los enemigos más peligrosos para su futuro. Su lentísima degradación amenaza a las especies, acaba con sus hábitats y asfixia a lagunas, ríos y mares del mundo.
Al respecto cabe resaltar los esfuerzos hechos desde diferentes frentes para reducir su uso o evitar que sigan llegando a los océanos y causando estragos a los ecosistemas. Son cada vez más los gobiernos comprometidos con políticas públicas para reducir su uso. Los 170 países reunidos en Nairobi para la IV Asamblea de las Naciones Unidas (ONU) para el Medio Ambiente acordaron una reducción significativa de los productos plásticos de uso único hacia 2030.
Por su parte la Unión Europea (UE) dio el último paso para aprobar la ley que prohibirá, a partir de 2021, la utilización de los plásticos de un solo uso como platos, cubiertos, vasos, pajitas, hisopos y envases de poliestireno para alimentos. Según un informe de la UE, los plásticos de un solo uso, conocidos como desechables, representan cerca del 70% de la basura plástica que contamina las aguas y las playas, cuya presencia reconocible puede sobrevivir por más de 400 años.
Con una producción mundial anual estimada en más de 300 millones de toneladas de plásticos, las cifras sobre la contaminación que producen hablan por sí solas: se calcula que, si no se detiene la producción y el uso indiscriminado de elementos plásticos en el año 2050 habrá 12.000 millones de toneladas de basura plástica en el ambiente.
Por otra parte, un reciente estudio de la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad de Alcalá publicados en la revista Environmental Science, revela que uno de los plásticos más utilizados y considerados hasta aquí biodegradables, el polihidroxibutirato (PHB), libera nanoplásticos de efectos tóxicos sobre organismos de ecosistemas acuáticos como las algas, entre otros.
Las consecuencias de esta contaminación las pagan cientos de especies: tortugas, aves, peces y mamíferos marinos confunden plástico con alimento y llegan así a afectar la cadena alimentaria humana. El último informe realizado por la universidad australiana de Newcastle sobre la ingestión de plásticos por seres humanos concluyó, sobre la base del análisis de 52 casos de estudio de todo el mundo, que una persona podría estar ingiriendo en promedio aproximadamente cinco gramos de microplásticos por semana, es decir, el equivalente al peso de una tarjeta de crédito.
El tema es complejo y no se puede pretender darle solución dejando de producir y consumir plásticos de un momento para otro. No solo por las costumbres de uso y por la enorme versatilidad que hace la vida cotidiana más cómoda, sino porque la industria del plástico genera enormes recursos que dinamizan casi todas las economías del planeta.
Es por eso que hay que proponer y construir una solución que involucre a todos los actores y que comprenda la educación a los ciudadanos, normativas que prohíban de manera progresiva el uso del plástico, y planes para lidiar con los materiales que ya están en uso. Es sabido que algunos tipos de plástico encierran graves peligros para la salud, principalmente cuando se calientan. Las temperaturas elevadas, el pH del agua y la exposición a la luz solar pueden también aumentar la cantidad de compuestos que migran del plástico al agua en una botella, por ejemplo, o al calentar comida en recipientes plásticos en microondas. La OMS advierte desde 2013 particularmente sobre el uso de bisfenol A o BPA, prohibido para biberones de bebes, alentando a reducir la exposición a este compuesto y a otros como los ftalatos, presente en juguetes.
El reto es lograr consensos, así como encontrar soluciones que permitan al mundo liberarse progresivamente de este enemigo silencioso que el propio hombre ha creado. Qué hacer con el plástico, sin desconocer la utilidad que planteó para el bienestar de la población mundial, es el gran desafío.