Sin más verdad que la realidad
Desde el primer día de su gestión, el Presidente está pagando el precio de consentir la incompetencia de no pocos funcionarios camporistas
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El campo observa con atención si los retoques en la política gubernamental que han comenzado a introducirse representan el inicio de un cambio que valga la pena tomar en serio o si constituyen, apenas, manifestaciones cosméticas impulsadas por circunstancias de otro modo insalvables.
Los apremios por consolidar el principio de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y lograr antes de eso la bendición de los Estados Unidos, han llevado a corregir en cuestión de días la política argentina en la Organización de Estados Americanos en relación con la tiranía nicaragüense. Está bien el voto de condena a Daniel Ortega y mejor aún estaría si el Gobierno se sacara de encima al embajador Carlos Raimundi, que no ha hecho más que desacreditar al país en el plano interamericano.
El Gobierno ha pagado desde el primer día el precio de haber incorporado en altas posiciones a incompetentes personajes de La Cámpora salidos de la nada. Cuarentones ya con más ínfulas de burócratas que talento juvenil, que no han hecho más que arrastrar a la débil y vacilante administración de Alberto Fernández a un populismo izquierdista sin cabida equivalente en regímenes a los que en un momento consideró aliados.
Evo Morales, en Bolivia, gobernó sin mayor déficit fiscal ni inflación. Rafael Correa, en Ecuador, encuadró en la Constitución severas exigencias respecto de la educación e ingreso en las universidades públicas, como lo ha hecho Cuba, a lo largo de la cruel y empobrecedora dictadura comunista. Tabaré Vázquez, en Uruguay, paró en seco al kirchnerismo cuando procuró trabar la radicación de Botnia, la papelera finlandesa, con la excusa de que podía contaminar las aguas del río Uruguay.
Emitieron consignas belicosas, estimuladas por la irresponsabilidad del presidente Néstor Kirchner, desde un ámbito provincial más descuidado en sus espacios públicos que cualquier espacio público del Uruguay. ¿Se atreverá el entonces gobernador de Entre Ríos Sergio Urribarri, para quien un fiscal acaba de pedir 12 años de cárcel por hechos de corrupción, a relatar la verdad de por qué los finlandeses acordaron con Uruguay lo que pudieron haber acordado con la Argentina, tan urgida desde hace décadas de grandes inversiones públicas?
El Presidente tiene ahora la oportunidad de despedir al ministro de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, Juan Cabandié
El Presidente tiene ahora la oportunidad de despedir al ministro de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, un fanfarrón con fama de duro entre los duros, que ha echado vergonzosa e inconcebiblemente a los productores la culpa por los devastadores incendios en Corrientes.
Juan Cabandié ha demostrado nulo interés en que el gobierno nacional contribuya a paliar una situación de extrema gravedad provocada por una prolongada sequía, alentada, acaso, en sus efectos por iguales manos a las que han destrozado en el campo argentino centenares de silos bolsa.
Junto a Cabandié bien podría irse también la vocera presidencial. Ha tenido más infortunios verbales que apariciones públicas en el poco tiempo que lleva en el cargo.
Un rancio resentimiento anticapitalista les sale por los poros a estos funcionarios tan inmunes a la hipocresía de responder a jefes con inexplicables fortunas bajo escrutinio de la Justicia.
Resultó oportuno, en estos aciagos días para Corrientes, recordarle a la portavoz Gabriela Cerruti que en 2020, frente a los incendios que se propagaban por Australia, no tuvo otra idea que declarar responsable de lo que sucedía a las industrias extractivas. ¿Qué autoridad tenía esta señora para hablar en esos términos de actividades agropecuarias como la forestación en un país del que nos separan miles y miles de kilómetros y que ha sido un dechado de prosperidad desde los tiempos en que se comparaba a la Argentina con Australia como “los países del futuro”, junto con Canadá?
Un rancio resentimiento anticapitalista les sale por los poros a estos funcionarios tan inmunes a la hipocresía de responder a jefes con inexplicables fortunas bajo escrutinio de la Justicia
Aquel cálculo alimentó la ilusión argentina, pero el populismo la ha hecho trizas con sus gastos desmesurados e irrazonables, desatención de la educación pública y de la cultura del trabajo, desdén por el fenómeno del narcotráfico y desinterés por la ola criminal que ha llegado ahora a un nuevo y peligroso punto de apogeo. Esta obra macabra con el trasfondo intelectual de la escuela penal “garantista” será imperdonable para la historia.
Tanto los elementos de fuerte vena izquierdista aupados al Gobierno como los que destratan a diario en las urbes con piquetes la vida ciudadana se oponen a cuanto proyecto hay de exploración de petróleo en alta mar y de explotaciones mineras en áreas patagónicas y andinas. Iniciativas que se estimulan, sin embargo, desde ámbitos gubernamentales más sensatos.
Aquellos elementos constituyen la representación viva de las máquinas de impedir la producción que urge reconquistar. Así estamos: con una población con casi la mitad de pobres y fundidas las arcas del Estado nacional.
La sequía ha afectado amplias zonas del país, no solo a Corrientes. La Bolsa de Cereales de Rosario ha estimado que la producción de soja, valorada inicialmente en 45 millones de toneladas, no pasará de 40,5 millones de toneladas; la de maíz ha sido reducida, según fuente tan calificada, de 56 millones de toneladas a 48 millones de toneladas. Son cálculos provisionales, pues la sequía ha ido acentuando día tras día los daños producidos.
En esta situación, el secretario de Comercio, Roberto Feletti, sigue presionando por la configuración de un fondo fiduciario de subsidio al pan, los fideos, la harina y demás.
Si el Gobierno quiere introducir un giro verosímil, esperanzador en todos los órdenes para el conjunto del país, lo primero que deberá tomarse en cuenta es qué se propone hacer de nuevo con el campo
¿De dónde saldrá la masa dineraria para la gestación de ese fondo si no de los esquilmados bolsillos de la gente de campo? Será un aumento disimulado de las actuales retenciones, que ya castigan las actividades agropecuarias como a ningún otro sector de la sociedad y como no ocurre en casi ningún otro país.
El daño permanente que el kirchnerismo ha infligido a las actividades agropecuarias –las más eficientes, las que más divisas aportan a la degradada economía nacional– es un testimonio de lo desatinado de la política oficial.
Por eso, si el Gobierno quiere introducir un giro verosímil, esperanzador en todos los órdenes para el conjunto del país, lo primero que deberá tomarse en cuenta es qué se propone hacer de nuevo con el campo.
Como “la única verdad es la realidad”, según peroraba el caudillo justicialista a quien en el fondo desprecian los caciques del kirchnerismo por haber echado de la Plaza de Mayo a “la juventud maravillosa”, tal vez los hechos, si no la ideología, terminen por forzar más cambios en la buena dirección: como el de condenar ahora en la OEA al fascismo de izquierda del comandante Ortega.
Hagamos votos porque así sea.