Se alzan voces contra Xi Jinping
El presidente chino, Xi Jinping, rompió con la tradición y reforzó su posición dominante al recibir de parte de 2300 delegados el voto que lo renueva al frente del Partido Comunista. Consolidó así su condición de gobernante más poderoso del país desde Mao Tse-tung. La decisión adoptada durante el 20° Congreso del partido quiebra una tradición de décadas, ya que encarará un nuevo período sin sucesor a la vista.
Más allá de su poder interno, la población empieza a hacer oír su voz. Críticas a la política de “Covid cero” del gobierno, multitudinarias manifestaciones en distintas ciudades enfrentan las restricciones impuestas, soportando arrestos y violencia policial, como no ocurría desde los episodios de Tiananmen, en 1989.
Al aprobar el Congreso el nuevo Comité Central, se congratuló por la serie de enmiendas a la Constitución del partido. Richard McGregor, investigador de Asia Oriental en el centro de estudios Lowy Institute de Sídney, expresó que “todos sus rivales, potenciales y reales, fueron expulsados”, reemplazados por leales al mandatario.
Los expertos señalan que, desde Mao Tse-tung, nadie había acumulado tanto poder. Pero no es el único caso: Vladimir Putin lleva más de 20 años como presidente de Rusia; Alexander Lukashenko va en camino de cumplir 29 en Bielorrusia; Kim Jong-un superó los 10 años al frente del poder en Corea del Norte, y también Daniel Ortega, quien, de completar su nuevo mandato, cumpliría 26 en el poder en Nicaragua.
Xi Jinping se ha caracterizado por las purgas de la oposición, con la excusa de acabar con la endémica corrupción. También por haber manifestado que no renunciará al uso de la fuerza para resolver la crisis por la soberanía de Taiwán, hacer una defensa cerrada de la mano dura en Hong Kong y encarcelar a disidentes y amordazar a la prensa libre.
A pesar de esos atropellos propios de gobiernos autoritarios, el presidente Alberto Fernández consideró a Xi Jinping “un ejemplo para el mundo” y se sumó a la lista de presidentes que lo felicitaron por su nueva reelección.
Cualquier concentración extrema en quien toma las decisiones debe ser motivo de preocupación y esta no es la excepción. El autoritarismo de Xi Jinping confirma el fracaso del pensamiento occidental sobre China, donde el poder no está repartido ni sujeto a los sanos contrapesos institucionales de los regímenes democráticos.
LA NACION