San Martín y la causa de la libertad
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No hay lugar para distorsiones ni falsedades; los gobiernos deberían abrevar en la honradez, el vigoroso entusiasmo y la infatigable actitud de servicio del Libertador
El nombre del ilustre José de San Martín ha retomado estos días protagonismo más allá de las honras que merecen sus prolongados y desinteresados servicios a su patria y a las naciones de la parte austral de América del Sur.
Han vuelto a difundirse insólitas teorías acerca de la presunta irrelevancia de las acciones y campañas que en buena ley le valieron su título de Libertador y, por otro lado, se han usado presuntos fragmentos de sus cartas y proclamas para adecuarlos a las necesidades de propaganda que pretendieron ser aprovechados políticamente.
Unas y otras conductas resultan reprobables porque tienden a distorsionar la imagen del Gran Capitán en la mente y el corazón de los argentinos, un revisionismo sin fundamentos dirigido a concitar la atención pública.
Es más, desde hace un tiempo, se utilizan los nuevos medios digitales para construir una imagen supuestamente “real” del prócer, cosa que ha ocurrido y sucede también con otras figuras. Se difunden así retratos animados conformados sobre la base de una mezcla de estampas a los que se les agrega voz, poniendo en su boca lo que se desea.
Como sucede ya desde hace demasiado tiempo, inescrupulosos sujetos revisionan a su gusto tramos de la historia argentina forzando relatos con miras a un egocentrismo impúdico, en lugar de aprender de los prohombres que forjaron nuestro país
Acerca del primer punto, más allá de las monumentales obras del expresidente Bartolomé Mitre y del fundador del Instituto Nacional Sanmartiniano, José Pacífico Otero, y de la excelente biografía de la prematuramente fallecida historiadora Patricia Pasquali, por no citar sino una de varias “vidas” relevantes, existe cuantiosa documentación por lo que lejos estaríamos de un personaje “ficticio”.
Hay registro de los denodados esfuerzos del hijo de Yapeyú para llevar adelante con paciencia, sabiduría y entereza la gran obra de constituir un ejército con el que afrontó la hazaña del cruce de los Andes, las vicisitudes de la campaña contra los realistas en Chile y el notable esfuerzo anfibio que lo llevó a las costas del Perú. No solo eso, sino también sobre la difícil tarea de levantar con sabiduría y dotes de hombre de Estado una nueva nación: la hermana República del Perú.
Tales documentos, reunidos en casi 20 volúmenes por el Instituto Nacional Sanmartiniano, son la demostración más evidente de sus esfuerzos como Libertador y hombre de Estado, que ha merecido la gratitud de los pueblos de la parte septentrional de Sudamérica, por su entendimiento con el Libertador Bolívar y por haberle brindado los héroes formados bajo su guía que protagonizaron las formidables cargas finales de la independencia en Junín y en Ayacucho.
Habría que agregar la existencia de documentos sanmartinianos en otros repositorios de diferentes países que reflejan la importancia fundamental de su papel en el logro de la emancipación del continente.
Respecto del mal uso de presuntos mandatos sanmartinianos, cabe subrayar que quienes los modificaron según su conveniencia, con seguridad hubiesen encontrado apoyatura fiel para cada tema en los varios volúmenes dedicados a reunir los pensamientos más relevantes del Libertador.
No está de más recordar que San Martín quedó en el bronce por lo que hizo, sobreponiéndose a sus humanas falencias y debilidades, no por haber carecido de ellas, como bien señalara el miembro de la Academia Nacional de Historia, profesor Miguel Ángel de Marco. Ese es su ejemplo, tan vigente como necesario en nuestros días. La honradez, el vigoroso entusiasmo y la infatigable actitud de servicio deben regir la conducta de los que gobiernan.