San Luis elige entre feudalismo y democracia
La disputa entre los hermanos Rodríguez Saá abre una puerta para que la provincia deje atrás 36 años de despotismo, nepotismo e impunidad
En ocasiones, los dirigentes políticos se presentan en las elecciones divididos como una estrategia para multiplicar. Los hermanos Adolfo y Alberto Rodríguez Saá muchas veces simularon peleas como una artimaña para luego terminar uniendo fuerzas y mantenerse en el poder desde 1983. Con el tiempo, sus escaramuzas dejaron de ser creíbles. Sin embargo, la próxima elección general de gobernador en San Luis, por realizarse el 16 de junio, luego de 36 años de caudillaje familiar, los encuentra enfrentados, hasta tal punto que se presentarán en diferentes listas para competir por un nuevo período de gobierno que los continúe eternizando al frente de la provincia. En esta ocasión, hasta los más incrédulos sostienen que la pelea es real, porque ya no se trata de rencillas entre hermanos, sino de batallas entre familias. Por un lado, está la actual pareja de Adolfo, Gisela Vartalitis, y por el otro, uno de los hijos de Alberto, apodado Albertito, secretario general de la gobernación. Ellos lideran una disputa que ya no tiene que ver con quién se queda con la gobernación en el presente, sino con quién se apropia del legado político y económico de la dinastía a futuro. Lo que está en juego no solo son miles de votos; son también millones de dólares.
Como un eco de la disputa, Adolfo acaba de denunciar que su hermano persigue a los empleados públicos que lo apoyan en su lucha por llegar a la gobernación, al tiempo que amenazó con liderar una "pueblada" contra el mandatario provincial.
Meses antes, Alberto había reunido al congreso del PJ provincial e hizo expulsar del partido a su hermano por "inconducta partidaria", junto a otros 100 dirigentes.
Esta situación convierte las elecciones provinciales ya no en una compulsa entre oficialismo y oposición, sino en una oportunidad única de decidir entre feudalismo y democracia. El pueblo de San Luis, por primera vez desde la recuperación del sistema democrático, estará obligado a optar entre Adolfo o Alberto, pero también serán libres de elegir una tercera fórmula con concretas posibilidades de ganar las elecciones, que representa a un frente opositor unificado encabezado por el exgobernador Claudio Poggi, secundado por el actual intendente de la ciudad capital, Enrique Ponce.
Los Rodríguez Saá transformaron un sistema republicano y federal en un régimen unitario -por aislado y discrecional-; instalaron rasgos de una monarquía feudal en un país democrático; concretaron un avasallamiento institucional y republicano que convirtió a San Luis en un unicato -o duocato- y crearon una asociación ilícita que convirtió un territorio en tierra arrasada por la corrupción estructural.
Recorriendo los 36 años de historia de los hermanos Rodríguez Saá se transita por la autopista del despotismo, el nepotismo, la discrecionalidad y el avasallamiento, por la avenida del abuso de poder y por el callejón sin salida de la corrupción y la impunidad.
Para recorrer San Luis se necesita un GPS capaz de guiarnos a contramano de la historia oficial para poder descubrir sus secretos. Según las denuncias de la oposición, la corrupción estructural montada desde el Estado abarca dos ejes: las contrataciones públicas y la administración fraudulenta de entidades estatales. La quiebra sospechosa del banco de la provincia; las denuncias por venta de permisos de radicación de industrias bajo el régimen de beneficios fiscales que quedaron registradas en cámaras ocultas; la postergación de pagos a empresas constructoras que terminaron con la quiebra de muchas de ellas, y la presunta cartelización de la obra pública en dos o tres testaferros del poder. Paralelamente, se producía un crecimiento tan exponencial como inexplicable del patrimonio de la familia Rodríguez Saá, que motivó tres denuncias por enriquecimiento ilícito, prolijamente elaboradas por los denunciantes y desprolijamente ignoradas por la obediente Justicia provincial.
La discrecionalidad se ha manifestado tanto en la administración de planes sociales como en la designación de jueces "a medida" que obedecieran sin chistar los mandatos del duopolio. A ello puede sumarse la manipulación de varios medios de comunicación a través de la pauta publicitaria; el borrado de la historia tergiversando el Archivo Histórico o los archivos periodísticos; la construcción de espacios faraónicos como aeropuertos y estadios que, más que obras públicas, parecerían ser monumentos personales; la distribución discrecional de la coparticipación municipal, que llegaba puntualmente a los intendentes acólitos y "puntanamente" -a la manera perversa de los Rodríguez Saá- a los municipios opositores.
El abuso de poder tomó diversas formas como el avasallamiento de la autonomía municipal cuando se trató de sitiar la ciudad capital -tozudamente hostil a los hermanos Rodríguez Saá-, sea con un proyecto de ley que intentó dividirla en cuatro o con una estrategia de toma del poder por asalto montando una intendencia paralela; el hecho de burlarse del sistema republicano, denigrando a los miembros del Poder Judicial que desobedecían los mandatos del Poder Ejecutivo u obligando a jueces y fiscales a asumir sus cargos previa firma de una renuncia anticipada, y la destrucción de la calidad educativa, reemplazando directores de escuelas de carrera por improvisados militantes partidarios. La materialización del abuso de poder se concretó con la construcción de la nueva sede de la Casa de Gobierno en Terrazas del Portezuelo, una especie de fortaleza a manera de panóptico, desde donde los hermanos Rodríguez Saá contemplan la provincia como si fuera el patio trasero de alguna de sus propiedades.
En las elecciones de junio, los ciudadanos de San Luis tienen la oportunidad de entrar al cuarto oscuro para iluminar la democracia y romper con 36 años de feudalismo. La Argentina necesita recuperar a San Luis y la democracia, sumar a sus ciudadanos.