Redes y ciudadanía
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El prestigioso novelista colombiano Juan Gabriel Vásquez compartió en LA NACION su preocupación sobre las redes sociales, donde cada vez más personas pasamos más tiempo. “Las redes sociales han tenido la consecuencia perversa de encerrarnos a cada uno en un pequeño perfil creado por los algoritmos… rompiendo cualquier posibilidad de diálogo o de convivencia”, afirma. Para él, las personas nos hemos convertido en “fanáticos de nuestros rasgos identitarios”, encerrados en una “burbuja retroalimentada por nuestro comportamiento en nuestras redes”, de acuerdo con Jaron Lanier y su teoría de la mente. Podríamos agregar que muchas de esas identidades tienden además a construirse en función de filtros, presentando realidades alteradas o disfrazadas desde una engañosa virtualidad. Los referentes se tornan inalcanzables y esa minusvalía propia de compararse desde las inseguridades de edades tempranas condenan a muchos a la depresión y al desasosiego.
Entre los efectos más inquietantes de las redes, Vásquez menciona la dificultad para interpretar al otro y para lograr causas comunes a partir de una ruptura de la realidad compartida. En lugar de ampliar nuestras visiones, los algoritmos refuerzan nuestras convicciones y terminamos atrapados en nuestros puntos de vista sin lugar alguno para la interpelación del otro. Prima el sesgo de confirmación y la cancelación del otro distinto es toda una tentación.
En reiteradas ocasiones nos hemos ocupado desde este espacio de difundir distintas medidas impulsadas a nivel mundial para controlar potenciales adicciones a las redes sociales. En Colombia se propuso un toque de queda digital entre las 22 y las 6 para bloquear el acceso de niños y adolescentes a sus cuentas.
Limitar creativamente el uso de dispositivos para reducir sus efectos adictivos, con las implicancias que estos tienen sobre la salud mental de los menores, es un imperativo, tanto como acompañarlos activamente en su vida digital. Mirar un poco más allá y advertir las condiciones que las redes imponen a nuestra vida ciudadana es reconocer no solo sus beneficios para motorizar valiosas iniciativas, sino también las dificultades que plantean a la hora de derribar barreras que nos distancian de los otros.