Recrear la confianza: el gran desafío de Milei
Resulta imprescindible que el futuro presidente de la Nación no cometa el error de no explicitarle a la sociedad la gravedad de la pesada herencia que recibe
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El gobierno de Javier Milei enfrentará uno de los escenarios más difíciles y desafiantes que haya encontrado presidente alguno desde el retorno de la democracia en 1983, ya que a las graves desequilibrios macroeconómicos hay que sumar un nivel de pobreza que afecta a más del 40% de la población.
Una inflación proyectada en torno del 190% para todo 2023, un sensible atraso tarifario, una deuda pública que ronda por todo concepto los 419 mil millones de dólares, un déficit fiscal crónico, un mercado cambiario atado a cepos, una brecha cambiaria entre el tipo de cambio oficial y el paralelo que supera el 150%, un Banco Central con reservas negativas y una elevadísima tasa de riesgo país que nos coloca fuera del mercado de crédito internacional son apenas algunos indicadores de la monumental crisis económica y financiera que atraviesa la Argentina.
Como resultado de semejantes inconsistencias, sumadas al intervencionismo estatal, a la desmedida presión impositiva para los contribuyentes y a la falta de seguridad jurídica, nuestro país ha venido perdiendo terreno en cuanto a su participación en el comercio mundial, agravando así el problema derivado de la escasez de divisas. Durante el año último, las ventas al exterior de la Argentina apenas representaron el 0,34%, cuando en 1940 alcanzaban el 2,4%, al tiempo que el número de empresas exportadoras se redujo a la mitad en los últimos 15 años. Semejante situación habla a las claras de la necesidad de dejar atrás el sesgo antiexportador impuesto por gobiernos que alentaron arbitrarias intervenciones en el comercio exterior, agravadas por el cepo cambiario.
La inseguridad jurídica, el exceso de regulaciones en la economía y el fuerte déficit fiscal, que ha sido durante las últimas décadas la principal fuente de un proceso inflacionario cada vez más descontrolado, no han hecho más que desalentar la inversión productiva y generar un estancamiento en la creación de empleo privado.
Junto a la necesidad de desarmar las fuentes de desequilibrio que afectan las cuentas del Estado, las nuevas autoridades deberán promover una revolución en las relaciones del trabajo, tendiente a facilitar la contratación de trabajadores y a mejorar de la productividad laboral. Luego de décadas de prédicas que apuntaron a garantizar una falsa protección de los trabajadores, será menester instrumentar un marco jurídico que posibilite la creación de más empleos a través de la baja de los impuestos al trabajo y una efectiva defensa contra el desempleo sin convertir al despido en un evento infranqueable que termine siendo destructivo para la continuidad de las empresas, en particular de las más pequeñas.
El mayor desafío del futuro gobierno nacional será, ante todo, recobrar la credibilidad que hace tiempo perdió una dirigencia política que se acostumbró a servirse a sí misma, mediante la creación de más y más privilegios, en lugar de servir al bien común.
El hartazgo de la ciudadanía frente a la explosiva combinación de ineptitud con corrupción que exhibieron los regímenes populistas que gobernaron la Argentina derivó en el apoyo a una figura sin mayores antecedentes políticos, cuya principal virtud a los largo de la campaña electoral fue interpretar en forma correcta el cansancio social ante una dirigencia a la que acertadamente identificó como una casta y trazar un diagnóstico crudo pero a la vez certero sobre un Estado elefantiásico que solo supo dilapidar recursos sin brindar soluciones de fondo a los problemas de la gente.
Pero para recrear la confianza, el futuro presidente de los argentinos no solo deberá plantear soluciones creíbles para el sinfín de problemas descripto. Deberá demostrar que sabe tanto de economía como de política, para articular los necesarios acuerdos que le permitan gobernar con apenas 38 diputados nacionales sobre 257 y con solo 7 senadores nacionales sobre 72. Será crucial, en el mismo sentido, que desde el primer día de su mandato, responda con la energía necesaria ante las amenazas de grupos sindicales y de organizaciones de piqueteros que no parecen dispuestos a perder sus rentables nichos de poder y sus privilegios.
Resulta imprescindible que el futuro presidente de la Nación no cometa el error de no explicitarle a la sociedad la dimensión de la pesada herencia que recibirá, producto de políticas que han hecho del despilfarro del gasto público y del desaliento de la inversión productiva una constante, además del irresponsable populismo electoral que contribuyó a hacer trizas las finanzas del Estado en los últimos meses. Hará falta una cruda descripción de la realidad, absoluta franqueza y no poca docencia para que prime un mayoritario espíritu de colaboración entre los argentinos y terminar con un modelo populista que nos ha conducido a la ruina.