Que la muerte de Mahsa no sea en vano
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La muerte de Mahsa Amini, en Irán, tras ser detenida por la Patrulla de Orientación o Policía de la Moral de ese país, vuelve a poner de manifiesto los enormes –y en este caso mortales– padecimientos a los que se ven sometidas numerosas mujeres en el mundo, bajo reglamentaciones que vulneran al extremo sus derechos humanos.
Se trata de una joven de 22 años, quien falleció tras haber sido detenida por no llevar colocado de forma adecuada el hiyab, el velo que cubre la cabeza y el cuello de las mujeres musulmanas y que, en el caso de Irán, deben portar obligatoriamente por ley a partir de los seis años.
Su muerte se produjo en un hospital, tras haber sido torturada en una comisaría donde fue llevada por integrantes de ese cuerpo policial ungido como el fiscalizador de mujeres a las que acusan de incumplir preceptos claramente anacrónicos sobre cómo vestirse o comportarse.
A raíz de la muerte de Amini, que provocó durísimas reacciones en buena parte del mundo, sus padres denunciaron a la policía con la esperanza de hallar justicia ante tamaña atrocidad y con la esperanza de que el deceso de la joven no haya sido en vano.
El entierro, que tuvo lugar en el Kurdistán iraní, fue escenario de una importante manifestación de protesta que fue disuelta por la policía mediante el empleo de gases lacrimógenos,
Según las autoridades iraníes, la joven falleció por causas naturales, pero activistas y voceros de la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas afirman que fue golpeada violentamente en la cabeza y contra un vehículo de la policía, al tiempo que instan a que se realice una investigación imparcial sobre este tipo de hechos aberrantes desde todo punto de vista.
Las protestas por esta muerte han sido las de mayor alcance ocurridas en Irán desde las de noviembre de 2019 a raíz del aumento del precio del combustible. Según la ONG Iran Human Rights, con sede en Noruega, por lo menos 76 personas murieron por causa de la represión, en tanto más de 1200 manifestantes fueron detenidos, entre ellos 20 representantes de la prensa, según afirmó el Comité para la Protección de los Periodistas.
Además de rechazar los códigos de vestimenta, tanto mujeres como hombres iraníes protestaron para exigir libertad, condenar el manejo que el régimen dio a la pandemia por coronavirus y denunciar la corrupción de las elites teocráticas gobernantes.
Las protestas trascendieron las fronteras, con miles de mujeres en algunas de las principales capitales del mundo quitándose el hiyab, lanzándolo al fuego o cortándose el cabello, en repudio por la vulneración de los derechos de las iraníes.
En tanto, el gobierno intentó contrarrestar esas manifestaciones llamando a la población para que salieran a las calles en defensa del uso del velo y denunciar a los “mercenarios”, en alusión a los que participaron de las protestas. La poderosa Guardia Revolucionaria iraní pidió al Poder Judicial perseguir a quienes difundieran noticias y “rumores falsos” sobre la muerte de la joven iraní.
Los Estados Unidos y Canadá anunciaron sanciones contra una decena de funcionarios y entidades iraníes, incluida la Policía de la Moral, y la Unión Europea reiteró que tiene sobre la mesa todas las opciones para responder a esa brutal represión.
Las mujeres iraníes nacidas después de 2000, que disfrutaron cierta autonomía durante el período del reformista moderado Hasan Rohaní, son conscientes de que, si no protestan, no tendrán derecho a quejarse por lo que les ocurre. Su generación reclama libertades sociales y oportunidades que actualmente tienen negadas.
Las expresiones de la comunidad internacional en defensa de su derecho a la vida y libertades son de suma importancia, tendientes a que regímenes autoritarios depongan estas deleznables actitudes.