Punto final para un cuestionado ministerio
El obsceno uso de fondos que con propósitos ideológicos hizo el kirchnerismo en la que fue la cartera de Mujeres ha llegado afortunadamente a su fin
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Días antes de la asunción del nuevo presidente, el Consejo Federal y el Consejo Asesor Ad Honorem del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad pidieron la continuidad y defendieron el trabajo de la institución al servicio de “generar espacios de formación, encuentro, diálogo y reflexión para desarmar los mandatos y prevenir y abordar las violencias de género”. Con un documento acordado entre representantes de 24 jurisdicciones, argumentaron que resultaba imprescindible contar con un ministerio para ejecutar avances legislativos y promover nuevos.
El comunicado afirma además que una de cada dos mujeres atraviesa alguna forma de violencia doméstica, que más de 500.000 denuncias anuales por violencia de género e intrafamiliar llegan a las comisarías y que dos de cada tres mujeres asesinadas en el país lo son por razones de género. El reclamo se funda en que entienden que atender estas problemáticas no puede ser solo incumbencia del Ministerio de Justicia, pues las políticas de abordaje deben atender numerosas aristas, tal como lo venía haciendo la institución creada en diciembre de 2019.
Hablar de desigualdad estructural es contemplar mucho más que la cuestión de género exclusivamente. Por desgracia, las desigualdades tienen múltiples orígenes y abarcan a millones de argentinos; no corresponde ceñirlas a las mujeres, mucho menos para afirmar disparatadamente, por ejemplo, que “menstruar es un acto político”, como alguna vez expresó la ministra Ayelén Mazzina en el lanzamiento del Programa MenstruAR, del que nos ocupamos oportunamente desde estas columnas.
Tres secretarías y seis subsecretarías con más de 1300 empleados y asesores –menos de 20 ingresados por concurso público como marca la ley– y un presupuesto varias veces millonario acogieron irresponsablemente a militantes, parientes y amigos con cargos y sueldos del más alto nivel al margen de las más urgentes necesidades ciudadanas. Los escandalosos índices de pobreza e inseguridad, la cantidad de niños que no reciben la comida que necesitan para su desarrollo, un presupuesto de educación reducido y subejecutado, entre tantas otras dolorosas realidades, demandan mucha más atención y recursos que cualquier ilusionismo de género. La primera y segunda línea de funcionarios ya dejaron sus cargos, pero hay quienes continúan en funciones, pues argumentan contar con presupuesto asignado para este mes.
No se oyó al activismo ministerial reclamar por la feminización de la pobreza, consecuencia de la pésima gestión del gobierno saliente, que dejó más de 12 millones de mujeres pobres e indigentes. Tampoco alzar la voz ante violencias denunciadas que involucraron a funcionarios como José Alperovich o femicidios como el de Magalí Morales, presuntamente ahorcada en una comisaría puntana. No resultaron exitosas tampoco en la prevención que de estas funcionarias se esperaba cuando en el país se produce un femicidio cada 39 horas. Mucho menos se preocuparon por blanquear debidamente la situación de cientos de beneficiarias del Programa Acompañar, cuando desde la desactivada cartera reportan que se habría brindado apoyo económico y psicosocial a 352.000 mujeres y LGTBI. Sí se opusieron al desalojo de los falsos mapuches en Villa Mascardi.
Hasta ahora, el gobierno entrante no nombró funcionario para ocuparse expresamente de las políticas de género en la transición. El decreto que reduce de 18 a 9 las carteras reza: “Los compromisos y obligaciones asumidos por el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad estarán a cargo del Ministerio de Capital Humano, considerándose transferidos los créditos presupuestarios, unidades organizativas, bienes, personal con sus cargos y dotaciones vigentes a la fecha, hasta tanto se aprueben las estructuras correspondientes”. La promesa de campaña se cumplió.
Seguramente, a partir de una revisión sensata y desprovista de ideología, podrán rescatarse las acciones y programas que convenga sostener, como el de la línea 144, que lleva más de 10 años brindando asistencia ante violencias.
Una mayoría ciudadana ve con buenos ojos que los recortes empiecen por dependencias como este disparatado ministerio. Nadie discute en este siglo que la igualdad de género debe ser una realidad y que los femicidios deben ser condenados. Nadie cuestionaría tampoco que se persiga la paridad salarial entre hombres y mujeres. Sin embargo, detrás de un falso progresismo el kirchnerismo enarboló banderas marcadamente partidarias, siempre detrás de oscuros manejos de fondos que se pretendió justificar con ridículas consignas ideológicas.