Privatizar: un verbo clave para prosperar
La gran mayoría de las empresas del Estado son deficitarias, con “contabilidad creativa” para lucir ganancias donde no las hay, incluso logrando ingresos artificiales de otras entidades públicas
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El proyecto de ley ómnibus (“Ley de bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos”) con sus 664 artículos incluye un capítulo referido a las privatizaciones de empresas y sociedades en manos del Estado. Son 41 firmas y organismos de todo tipo y tamaño, algunas conocidas por el público y otras extrañas que emplean casi 150.000 personas. La gran mayoría son deficitarias y, respecto del resto, hay mucha “contabilidad creativa” para lucir ganancias donde no las hay, consumiendo capital que deberá ser repuesto, incluso logrando ingresos artificiales de otros organismos públicos.
Durante 2023 le han costado al Tesoro Nacional la suma de 5600 millones de dólares (tipo de cambio promedio) en subsidios. O sea, emisión monetaria y mayor pobreza. La mitad de esa suma fue a Ieasa (Energía Argentina, antes Enarsa), importadora de energía para mantener tarifas inferiores a los costos y, luego, en orden de demérito, al sistema ferroviario, barril sin fondo cooptado por los sindicatos.
Contrariamente a lo que pregona la oposición más cerril, defender las causas que nos exponen a un déficit menesteroso y crónico no es soberanía, sino claudicación lisa y llana frente a la posibilidad de intentar poner de pie al país
En el listado se incluyen las conocidas YPF, Aerolíneas Argentinas, AySA, Correo Argentino y el Banco Nación, que tocan el corazón de los argentinos. También otras de fama dudosa como la Administración General de Puertos, Casa de Moneda, Trenes Argentinos, Fabricaciones Militares, Tandanor, Aguas de Dionisio y Yacimientos Carboníferos Fiscales. El público ignora que el banco creado por Carlos Pellegrini tiene “guaridas” de militantes, como Nación Servicios, que malversa los ideales de su fundador. También desconoce a la citada Ieasa, que ha manejado cifras multimillonarias realizando negocios con Venezuela, importando gas licuado con sobreprecios, construyendo el gasoducto Néstor Kirchner y manteniendo sociedades con Pdvsa, la provincia de Chubut y el grupo Eurnekian.
Suenan familiares Radio y Televisión Argentina, Télam y Contenidos Públicos (canal Encuentro, PakaPaka) utilizados para difundir ideas del duo Laclau–Mouffe e imponer una nueva hegemonía populista.
La nómina incluye nombres enigmáticos, como Nucleoeléctrica Argentina que opera las centrales nucleares y Dioxitek, que fabrica polvo de dióxido de uranio para abastecerlas. Y otras que sugieren alta tecnología como la Empresa Argentina de Soluciones Satelitales (Arsat) de transmisión de datos, telefonía y televisión; la Empresa Argentina de Navegación Aérea (EANA), que controla el tránsito aéreo y la extraña Vehículo Espacial Nueva Generación SA (VENG) que ha lanzado cohetes sondas y participado en misiones satelitales.
En la Argentina, la corrupción ha sido la mejor forma de movilidad social ascendente donde, además, carece de condena social. A quien tenga un amigo en Comodoro Py le bastará con tomar cursos de plomería para gozar de libertad incluso con condena firme
La oposición advierte que no permitirá que se enajenen esas compañías sin un análisis caso por caso y, eventualmente, sugiere la creación de sociedades mixtas como solución “más moderna” para su continuidad. No percibe que el objetivo de la ley no es lograr la (imposible) privatización inmediata de esas entidades perdidosas o ajenas al propósito de lucro, sino conseguir que las fuerzas políticas se atrevan a conjugar el verbo “privatizar” y que, con un “shock de confianza”, detengan el círculo vicioso de la decadencia.
Es obvio que ni el destino de esas empresas ni sus déficits se resolverán de un plumazo con una ley de 664 artículos. Si fuera sancionada, tomará mucho tiempo, esfuerzo y dinero resolver la situación de cada una de ellas. Habrá costos enormes para atender la situación del personal, completar inversiones a medio hacer, continuar con subsidios ineludibles y transitar el camino de las reconversiones. Pero sabemos que “no hay plata” para ello ni para resolver el resto de las calamidades fiscales que dejó el kirchnerismo durante años de gestión irresponsable, incluyendo su intento de continuar en el poder.
Sin embargo, los recursos pueden aparecer si la política conjuga los verbos necesarios para dar vuelta la página optando por un cambio virtuoso hacia la prosperidad. Sería una señal muy fuerte de apoyo a la decisión de estabilizar la economía, eliminar la inflación y recuperar el valor de la moneda. Se reduciría el riesgo país y la aversión (repulsión) por invertir en la Argentina. Mientras aquí ronda los 2000 puntos básicos, en Uruguay es inferior a 100 y puede emitir deuda en su propia moneda en el mercado internacional a una tasa muy baja, sin que los inversores teman una devaluación o un default. Eso es soberanía y no defender las causas de un déficit que nos expone a la sumisión del menesteroso.
Está por verse si en el siglo XXI emergerán nuevos jugadores competitivos o si el modelo clientelista subsistirá con sociedades mixtas, privilegios, favoritismos provinciales como el de Tierra del Fuego, inseguridad jurídica y un absoluto desprecio por el porvenir de las próximas generaciones
Si ese objetivo se lograse y el riesgo país se desplomase, el valor de todos los activos argentinos se multiplicaría. Tanto los de las empresas como de los campos, las casas y los departamentos. Tanto el poder de compra del salario como de las jubilaciones y de los ahorros en pesos. La Argentina sería un destino cotizado para la inversión y el Gobierno tendría recursos para financiar el complejo tránsito de “privatizar” esas 41 entidades.
En cuanto a YPF, solo sirvió para empobrecer al pueblo argentino con el vaciamiento inducido por Néstor Kirchner al forzar a Repsol a pagar dividendos para concretar el negociado con su socio Enrique Eskenazi y con los desaguisados del inepto Axel Kicillof en provecho del fondo Burford, que agregó una deuda de 16.000 millones de dólares al Tesoro Nacional, que nos expone a millonarios embargos.
La idea de crear sociedades mixtas es octogenaria. Ya en 1946 el general Edelmiro J. Farrell las incorporó al Código de Comercio y luego creó la Flota Aérea Mercante Argentina (FAMA) que fue un fracaso. También ese año al presidente Juan D. Perón le pareció brillante y formó la Empresa Mixta Telefónica Argentina (EMTA) como modelo de colaboración público privada. La EMTA fue colonizada por el sindicato que aumentó su personal y los sueldos hasta dar pérdidas, lo que jamás había ocurrido desde 1886 cuando se creó la Unión Telefónica. En 1947, el gobierno echó a todos los directores por pago de sobreprecios y, finalmente en 1948, le quitó la personería jurídica y transfirió sus bienes al patrimonio público. Así empezó la historia de Entel.
Si se hicieran mixtas con miembros de la “burguesía nacional”, habrá muchos pretendientes sin escrúpulos y con habilidad para devolver favores. En la Argentina, las grandes fortunas del siglo XIX se hicieron con la Conquista del Desierto y en el siglo XX, con la Conquista del Estado y sus empresas, mediante suministros leoninos y contratos escandalosos. Está por verse si en el siglo XXI emergerán nuevos jugadores competitivos o si el modelo clientelista subsistirá con sociedades mixtas, privilegios como Tierra del Fuego, la dramática expansión del juego y los favoritismos provinciales.
En países con una larga tradición de respeto por lo público, esa asociación quizás funcione adecuadamente. Pero en la Argentina la corrupción ha sido la mejor forma de movilidad social ascendente, donde, además, carece de condena social. Quien tenga la mala suerte de no contar con amigos en Comodoro Py, le bastará con tomar cursos de plomería para gozar de libertad aun con condena firme. Los expertos en mercados regulados tienen una larga experiencia en armar esquemas financieros, facturar con sobreprecios y hacer “aportes de campaña” que jamás serán destapados.
Quienes descubren fallas en el articulado de la ley parecen entomólogos encontrando insectos en una superficie rugosa, sin advertir que provienen de un elefante. Del mismo que ha pasado bajo las narices de su espacio político desde hace décadas, sin que nadie lo advirtiera. Así consintieron el abandono de la convertibilidad, la pesificación asimétrica, el default externo, la ruptura de contratos con las privatizadas, la estatización de las AFJP, las jubilaciones sin aportes, la nacionalización de YPF, la eliminación del impuesto a las ganancias para asalariados y tantos otros paquidermos que desfilaron por el Congreso de la Nación y nos llevaron a esta ruina.
Es posible que algunas objeciones tengan fundamento, pero la acumulación de distorsiones, subsidios y privilegios es tan enorme y la crisis actual tan profunda, sin que nadie antes haya propuesto otra solución de fondo, que es momento de sacar a la Argentina del pozo con un “shock de confianza”. Pues sin ese sacudón sanador, la inflación y la pobreza seguirán en aumento mientras aquellos continúan discurseando gozosos y encontrando piezas para su colección de errores por parte del nuevo gobierno.