Primeras conclusiones del proceso sinodal
Ha concluido en Roma otra etapa del sínodo, en el camino hacia una renovada concepción de la Iglesia, ajena a estructuras a veces rígidas
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Una dificultad objetiva para poder seguir y entender los acontecimientos eclesiales es de lenguaje: la Iglesia tiende a manifestarse de un modo que puede resultar críptico para el público en general y que supone algunos lugares comunes que solo comprenden los iniciados en estas labores. En ese sentido, se advirtió en el sínodo que acaba de concluir otra etapa en Roma un esfuerzo por parte de muchos participantes por expresarse de manera sencilla y clara.
A esto se suman otros factores, como por ejemplo la convocatoria a una asamblea que se extiende durante tres años (comenzó en octubre de 2021 y concluirá en octubre de 2024), de la cual participan 460 miembros, 365 con derecho a voto de todos los continentes. De los participantes, solo 81 son mujeres, el 17% del total, y 54 de ellas tienen derecho a voto.
Hubo quienes se preguntaron por qué se convocó a un sínodo y no a un concilio. Corresponde considerar que un concilio supone otra organización y apunta a otros fines específicos. Un sínodo como este convocó a la jerarquía, a los expertos y a los laicos, hombres y mujeres, y se desarrolló en numerosos encuentros con diálogos en pequeños grupos, momentos de discernimiento, conversaciones espirituales, escucha y oración dedicada a solicitar la presencia del Espíritu Santo, como quien puede iluminar a la hora de tomar decisiones. El anhelo por la paz estuvo siempre presente frente a un mundo sumido en conflictos bélicos.
En estas semanas, algunas personalidades marcaron los momentos más relevantes. Por ejemplo, las meditaciones del fraile dominico inglés Timothy Peter Joseph Radcliffe.
Pero cuando se atiende al título de ese sínodo sobre la sinodalidad o bien parece un juego de palabras, o de otra manera hay que ir más en profundidad. La sinodalidad, tal como propuso el papa Francisco y lo subrayaron muchos miembros del encuentro, señalaría otra forma de sentir y vivir la Iglesia. En ese sentido, estaríamos ante una de las grandes tareas de este pontífice en su misión de renovar la institución de su grey: “El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”, explica el Papa. “Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra ‘Sínodo’. Caminar juntos –laicos, pastores, Obispo de Roma– es un concepto fácil de expresar, pero no tanto de llevar a la práctica”. La sinodalidad encuentra entre sus fuentes tanto las crónicas de la vida de los primeros cristianos como el mismo Concilio Vaticano II. Curiosamente, algunos observan cierta distancia entre la personalidad de Bergoglio, inclinado muchas veces a tomar decisiones inconsultas sobre la base de sus intuiciones y convicciones personales, y este vigoroso llamado a la sinodalidad.
Algunos temas se entrecruzaron con un clima de gran libertad para exponer y de reserva para respetar, precisamente, esa libertad. La sinodalidad, entendida como una manera de caminar juntos como pueblo de Dios, es una forma de ir hacia una renovada concepción de la Iglesia, ajena a las estructuras a veces rígidas o demasiado cristalizadas. El Papa insistió en cuidarse del clericalismo, que afecta tanto a la jerarquía como a los sacerdotes y a no pocos laicos. No está dicho que Bergoglio no haya conocido esos defectos, pero ciertamente comprende con claridad la amenaza de esa mentalidad.
En otro orden, también se percibió que había temas no resueltos hoy en la Iglesia. Las tensiones entre las manifestaciones de la Iglesia alemana y la norteamericana no dejaron de llagar a la asamblea, que sin embargo optó por privilegiar el encuentro libre y fraterno, y dejar para más adelante otras problemáticas como el acceso de la mujer al ministerio o la opción por el celibato optativo de los sacerdotes.
¿Qué influencia tendrá la movilización de todo un sínodo como este en la vida cotidiana de los católicos? ¿Significará algo para las nuevas generaciones? ¿Acrecentará o no el diálogo ecuménico e interreligioso?
Es de esperar que la Iglesia argentina comunique ahora de la forma más efectiva la importancia de este evento internacional que ha convocado a gran parte de la Iglesia universal.