Por fuera del coronavirus, la cuarentena silenciosa
Preocupa que buena parte de la población haya reducido notoriamente las consultas y tratamientos por otros padecimientos
La centralización de esfuerzos y recursos en torno de la atención sanitaria por la pandemia de coronavirus en nuestro país dispara una creciente preocupación en no pocos sectores que ven cómo se desatienden la detección y el tratamiento de otras afecciones, que han pasado a un tan silencioso como peligroso segundo plano.
En un reciente artículo publicado por LA NACION se da cuenta de una drástica disminución de las visitas a guardias, a laboratorios de análisis clínicos, centros de imágenes médicas y consultorios, por enfermedades preexistentes o por padecimientos nuevos cuya atención queda relegada frente al Covid-19.
Ya sea porque las personas deciden no concurrir a una consulta médica por miedo al contagio de coronavirus o porque, como consecuencia de la cuarentena impuesta por el Gobierno, muchos hospitales, clínicas y demás centros de salud funcionan parcialmente o se encuentran cerrados, lo cierto es que no son buenos los pronósticos médicos para el resto de los pacientes con otros padecimientos con vistas a los próximos meses.
Varias voces autorizadas daban cuenta en aquel informe sobre la gravedad de esa situación. En el Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA) calculan que de abril a octubre, por falta de una consulta oportuna, podrían sumarse entre 6000 y 9000 muertes a las 95.000 registradas en 2018 por afecciones cardio y cerebrovasculares en el país.
En el Centro Integral de Neurología Vascular del Fleni registran un 20% de descenso en consultas por ACV y un 70% por episodios de ataques isquémicos transitorios, percibidos como más leves. Mientras que una investigación de la Asociación de Clínicas, Sanatorios y Hospitales Privados de la República Argentina y la Cámara de Entidades de Diagnóstico y Tratamiento indica que sobre 32 centros de salud del área metropolitana –la más afectada por la pandemia– las prestaciones cayeron hasta un 75% en abril pasado respecto del mismo mes del año último.
Si partimos de la base de que las enfermedades preexistentes siguieron su curso durante la cuarentena y que lo mismo han hecho las nuevas dolencias, no podemos menos que llamar la atención sobre los riesgos que implica mantener en segundo plano otras emergencias incluso más graves y dejar sin atención ni diagnóstico a padecimientos que, de no resolverse con prontitud, conllevan graves riesgos para la salud de las personas, incluida la muerte.
"Cuando pase la pandemia, vamos a ver que muchas tasas de morbimortalidad contrastadas con las de años anteriores habrán subido durante la cuarentena, como por ejemplo las asociadas con enfermedades cardiovasculares y con las degenerativas como el cáncer, la diabetes y la obesidad, entre muchas otras. Los hospitales están reconvertidos y semivacíos, con disposición casi exclusiva para el coronavirus, lo cual también ha generado graves pérdidas económicas al sector. Se han puesto en cuarentena todas las patologías crónicas y prevalentes. La salud no puede ser definida por la ausencia de enfermedad y, mucho menos, por la ausencia de una sola enfermedad: la que provoca el Covid-19", dijo a la nacion el director del Departamento de Epidemiología de Arteaga, provincia de Santa Fe, Ramiro Salazar.
A esas dolencias físicas hay que sumar los padecimientos mentales, como la angustia y la depresión, que los especialistas calculan que también están creciendo fuertemente como producto de la falta de atención. Está demostrado que la pandemia exacerba la sintomatología ansiosa y depresiva.
Esta realidad no hace distingos entre la población de todos los sectores socioeconómicos del país. Sin embargo, es entre los de menores recursos donde las consecuencias serán todavía más graves. Las inequidades estructurales han quedado expuestas crudamente por el virus que hoy nos acecha de manera dramática.
Los resultados preliminares de una encuesta realizada por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA arrojan que durante la pandemia más de la mitad de los consultados admitieron haber necesitado algún tratamiento y debieron postergarlo o cancelarlo. En tanto, entre los sectores más pobres, treparon casi un 30% los inconvenientes para acceder a medicamentos por no tener receta o por no poder concurrir a una farmacia.
Según Agustín Salvia, director del Observatorio de la UCA, son variables de riesgo que dejan marcas profundas en los sectores más vulnerables. "El Covid-19 es letal para los pobres, como también lo son la neumonía, el dengue, la influenza y las infecciones intestinales", afirmó.
Recientemente, en estas columnas, comentamos que desde agosto de 2019 hasta el 17 de febrero pasado se registraron en nuestro país 4089 casos sospechosos de dengue, de los cuales se confirmaron 748. En ese período, dos personas perdieron la vida a causa de la enfermedad. Y lejos estamos de haber controlado la expansión del mosquito Aedes aegypti, mientras la atención ciudadana se concentra peligrosa y exclusivamente en el coronavirus.
Como bien ha dicho el director médico del Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento, Gerardo Bozovich, "no sabemos cuántas personas se enfermarán o morirán finalmente por Covid-19, pero tenemos la certeza de que dar la espalda al tratamiento precoz y regular de otras enfermedades solo puede conducir a un aumento de la mortalidad".
Es deseable y esperable que las autoridades pongan en la balanza de sus decisiones todos los aspectos de la problemática sanitaria y social, de modo de poder actuar con sensibilidad humana, rigor científico y visión de futuro en un área tan delicada como la salud, derecho humano fundamental.