Polución pandémica
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En el último año, quien más, quien menos, todos nos hemos adentrado en un nuevo universo: el de los barbijos. Desde aquella ignorancia inicial, incluida la desesperación por las dificultades para obtener el propio frente a una demanda desbordada, hoy las preferencias individuales también se expresan en este terreno. Cuando las vacunas son aún esquivas, estos elementos de protección son un complemento valioso en la lucha contra el virus.
Sin embargo, pocas personas han tomado conciencia sobre los efectos que el descarte de barbijos tiene sobre el medio ambiente. La organización OceanAsia reportó que más de 1500 millones de barbijos generaron 6200 toneladas de desechos plásticos volcados al mar y que demorarán cientos de años en descomponerse. Por otra parte, convertidos en microplásticos, no solo impactan en los ecosistemas, sino que además ingresan peligrosamente en la cadena alimentaria.
Siempre será recomendable evitar los elementos de un solo uso, ni barbijos, ni guantes, ni sorbetes descartables, para que tanto las tortugas como las ballenas y muchas otras especies marinas se beneficien. Ha habido ejemplos en distintos lugares del mundo de aves enredadas en correas elásticas de barbijos o con pedazos de mascarillas encontradas en sus estómagos.
Cada barbijo de los llamados quirúrgicos contiene entre 3 y 4 gramos de polipropileno. Lo recomendable para el común de la población es meterlos dentro de una bolsa antes de arrojarlos a un bote cerrado de basura para evitar así que los animales las abran, no solo en función de evitar la propagación del virus, sino también para cuidar el ecosistema.
Hay que educar. Es preciso generar conciencia y activar nuevos comportamientos que respondan a nuevas necesidades para defensa del medio ambiente. Como siempre decimos, no hay un planeta alternativo, un planeta B, por lo que debemos cuidar el único que tenemos.