Pobreza, retraso e indignidad
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Las últimas estadísticas oficiales de la Argentina indican que cayó levemente el índice de pobreza, que hoy se ubica en el 36,5. Dicho de esa forma podría interpretarse como un aliciente que no es tal, porque a una mínima baja se le contrapone un alza en el número de indigentes: un altísimo porcentaje de ciudadanos cuya situación de vida es aún más crítica.
Se trata de 17 millones de personas pobres en el país, con cuatro millones de indigentes, de los cuales la mitad son niños, es decir, seres humanos que se están desarrollando física y mentalmente de manera deficiente y, se sabe, la correcta nutrición que no se obtiene en los primeros años de vida provoca fallas multiorgánicas severas, algunas irremontables.
Si bien esa lamentable situación es motivo de alarma diaria, hoy cobra un significado todavía más penoso, por cuanto se conmemora, precisamente, el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza para 2022-2023, instituido por la ONU.
“Dignidad para todos en la práctica: los compromisos que asumimos juntos por la justicia social, la paz y el planeta” es el tema de la conmemoración que pretende movilizar a los gobiernos de todo el mundo para revertir esta penosa situación. “La dignidad –dice la ONU– no es un concepto abstracto: es inherente a todos y cada uno de los individuos. En la actualidad, muchas personas que viven en la pobreza persistente ven denegada y violada su dignidad”, viviendo en lugares inseguros, con falta de alimentos, acceso desigual a la Justicia y limitado –cuando no nulo– a la atención médica.
El director del Observatorio de la Deuda Social, de la Universidad Católica Argentina (UCA), Agustin Salvia, explicó con claridad por qué no podemos celebrar hoy en nuestro país que la pobreza haya bajado unas décimas. “El hecho de que baje la pobreza y suba la indigencia se debe a que cada vez hay menos changas y que ha habido un empobrecimiento de los ingresos de los trabajadores informales precarios. Hay más trabajadores, pero con menor remuneración y las ayudas sociales no han sido suficientes”, dijo.
Visto el problema hacia atrás, la realidad demuestra que no hay nada para elogiar en nuestro país, como reclaman las autoridades. El 37,3% de pobreza publicado por el Indec sigue siendo mayor que el 35,5% existente al momento en que concluyó el gobierno de Mauricio Macri y, desde entonces, han pasado ya casi tres años. La pandemia, que ciertamente causó estragos, ni la guerra pueden seguir siendo la excusa para que millones de compatriotas no encuentren manera de salir del fondo de un profundo pozo y otros tantos caigan irremediablemente en él.
Como bien sostiene la ONU, “la pobreza y la desigualdad no son inevitables. Son el resultado de decisiones deliberadas o de la falta de medidas que desempoderan a los más pobres y marginados y violan sus derechos fundamentales, niegan su humanidad”.