Platita por votitos
La calidad democrática y la transparencia han sido una vez más heridas por inauguraciones de obras prematuras y por la distribución de prebendas
- 4 minutos de lectura'
Durante los dos meses transcurridos entre las primarias abiertas y las elecciones parlamentarias, han abundado los actos de proselitismo desde el Gobierno en apoyo de los candidatos de la coalición oficialista. La primera observación, o si se quiere una severa crítica, revela la reiterada confusión entre partido y gobierno. “La platita en el bolsillo”, al decir del exministro Daniel Gollán, proviene de los contribuyentes, sea de los actuales, si el gasto se paga con la recaudación impositiva, o de los futuros, si los fondos provienen de endeudamiento público. Se vulneran así dos condiciones esenciales de la democracia: la de no ejercer influencia desde el poder sobre el voto de los ciudadanos y otra de orden moral y también penal como es desviar fondos presupuestarios de los fines decididos y aprobados por ley del Congreso. Ambas condiciones han sido abundantemente transgredidas deteriorando la calidad democrática y la transparencia de la expresión de la voluntad ciudadana.
Ante los resultados adversos para el kirchnerismo en las PASO, la ansiedad por revertirlos llevó a extremos lindantes con el ridículo. Tal es el caso de la botadura de un buque para la Armada cuando aún restaban trabajos que exigían su mantenimiento en las gradas. Como ya refiriéramos desde estas columnas, se le dio gran publicidad a la terminación de 33 kilómetros de duplicación de calzada de la ruta 8 entre San Antonio de Areco y Capitán Sarmiento. En rigor, la obra estuvo terminada durante la gestión de Mauricio Macri, restando solo instalaciones de señalización.
La conciencia de los límites del ridículo seguramente ha llevado al Gobierno a no reincidir en inauguraciones como la de la central eléctrica a carbón en Río Turbio o el soterramiento del ferrocarril Sarmiento. Fueron en su momento inauguraciones prematuras buscando votos y hoy es mejor ni mencionar esos casos para no avivar el fuerte olor a corrupción que de ellos emana.
La platita o los regalos también forman parte del cotillón preelectoral. Con la excusa de reactivar el turismo, el gobernador Axel Kicillof dispuso subsidiar los viajes de egresados. También el gobierno nacional se hace cargo de una proporción sustancial de viajes y estadías bajo determinadas condiciones, entre las que no figura el nivel de ingresos. Quien encuentre en estas disposiciones una finalidad social de ayuda a familias carenciadas se equivoca.
La jueza federal con competencia electoral María Servini de Cubría impidió la entrega de dinero a cambio de votos. Hizo lugar a un recurso de amparo, postergando hasta después de las elecciones el otorgamiento de un bono de 15.000 pesos a artistas por parte del ultrakirchnerista ministro de Cultura, Tristán Bauer. La misma magistrada había prohibido repartir 5000 pesos a los jóvenes para actividades culturales. Estos hechos nos retrotraen a los tiempos del gobernador Carlos Ruckauf, cuando se repartían zapatillas con su nombre. Pero solo de un pie. El par se completaba después del acto electoral.
Vale la pena preguntarse si nuestros ciudadanos responden con su voto a quien ha pretendido comprar su voluntad sin disimulo mediante regalos. Una parte lo hará, como ocurrió en los primeros años del peronismo con las bicicletas y heladeras de la Fundación Eva Perón. Otra parte tomará el regalo sin cumplir con la contrapartida. Esta última porción parece ser hoy la más numerosa. De ahí que el oficialismo no abandona sino que intensifica los planes sociales con pago condicionado a la concurrencia a las marchas y también al voto. Quebrar la dignidad e imponer el miedo a que se lo identifique y se pierda el pago mensual del plan hace el resto. Ese mismo temor se produce en muchos empleados públicos que no quieren perder su puesto.
Nuestro país enfrenta una elección de medio término en momentos en los que se cierne una grave crisis social y económica. De más está decir que los resultados cobrarán una importancia crucial en la orientación del camino para enfrentar ese futuro. Pero también serán un test sobre el grado de maduración cívica y moral de la ciudadanía, cada vez más apartada del sendero educativo que debiera apuntalarla, frente a los viles métodos de cooptación que señalamos y criticamos en este editorial.