Nube tóxica, ausencia total de prevención
Es imprescindible contar con adecuados planes de contingencia, tener la debida información y conocer a los responsables del accidente ocurrido en el puerto
El 6 de este mes, la ciudad de Buenos Aires se vio afectada por una nube tóxica que alcanzó los barrios de Retiro, Puerto Madero, San Telmo, Constitución, Congreso, Balvanera y Recoleta, causada por el incendio de un contenedor en el área de cargas peligrosas del puerto. Allí se almacenaba un plaguicida de origen chino llamado Thiodicarb, cuyo uso se encuentra prohibido en la Unión Europea. El hecho dio lugar a una evacuación de 20 cuadras a la redonda y la interrupción de los servicios de ferrocarriles en Retiro. Los vuelos del aeroparque Jorge Newbery sufrieron demoras y las líneas de subterráneos B, C y D debieron recortar su recorrido para evitar las zonas del centro porteño más afectadas.
Pese al tiempo transcurrido, ninguna autoridad emitió un informe claro de los hechos , de sus causas y de las medidas que se han tomado o se tomarán de inmediato para que aquéllos no se repitan.
Es que el contenedor afectado es uno de los cientos o miles que ingresan de modo regular al puerto de Buenos Aires, algunos con sustancias aún más peligrosas. Si se analizan las respuestas a este incidente, se perciben la falta de un plan de contingencia coherente y una total descoordinación entre las autoridades nacionales y de la ciudad autónoma -esto no es novedad-, que sufren las personas que allí circulan. Es evidente que existe un sistema de evacuación por lo menos precario: se abrió el contenedor y se lanzó agua de modo inmediato sin conocer aún su contenido; se emplearon unos barbijos de cartón como los de los pintores, que pueden proteger contra el material en suspensión, pero son inútiles para evitar la inhalación de gases tóxicos; los transportes, que bien podrían haberse usado para una rápida evacuación fueron paralizados tanto en dirección al centro como para salir de él.
Fue imposible ignorar la presencia del secretario de Seguridad, Sergio Berni, que surgió entre los nubarrones amarillentos con un mameluco de impecable color blanco y una máscara antigás, rodeado de un personal con una indumentaria inadecuada para un riesgo químico, minimizando el hecho.
Afortunadamente, un inolvidable temporal que inundó Buenos Aires ese mismo día evitó una mayor propagación de las partículas del producto.
Sin embargo, y ante la falta casi absoluta de información por parte de las autoridades, cabe preguntarse acerca de la eficacia de nuestros sistemas de prevención y evacuación en casos de emergencias ambientales. En primer lugar, aún se desconocen la causas del incendio. Se sugirieron desde una reacción del producto con la lluvia hasta una explosión del plaguicida como consecuencia de las elevadas temperaturas en las plataformas. En el momento de los hechos se mencionaban distintas sustancias como posibles causantes de la nube tóxica, lo cual constituye un grave riesgo, ya que no sólo impide una respuesta adecuada para contrarrestar el incendio, sino que representa un elemento de confusión para los profesionales de la medicina que deben atender a quienes se presentan con náuseas y desconocen qué han inhalado.
Aun cuando se pretenda minimizar los hechos, se trata de un acontecimiento grave, que no debió ocurrir y que no debería repetirse. En lugar de ese plaguicida de toxicidad aparentemente moderada pudo haberse encontrado una sustancia con daños irreversibles para la salud de quienes trabajan o se acercan a esa zona. Lo cierto es que resulta imprescindible contar con adecuados planes de contingencia para casos como éstos o similares y que se brinde pronta información de lo acontecido a la ciudadanía explicitando los motivos del accidente y las responsabilidades de quienes estaban a cargo de la custodia y manipulación del contenedor.