No los hemos de olvidar
La identificación de los restos de numerosos soldados argentinos que yacen en las Malvinas es un paso adelante: nuestros héroes tienen nombre y apellido
El pasado 13 de marzo, en el marco del Plan Humanitario Malvinas, se concretó el segundo viaje al archipiélago de una delegación de familiares de soldados cuyos restos yacen en el cementerio de Darwin y que fueron recientemente identificados. Allí están enterrados 237 de los 649 argentinos que murieron en el conflicto de 1982.
En marzo del año pasado había viajado un primer contingente de familiares de 90 soldados cuyos restos ya habían sido reconocidos. Tanto en aquella oportunidad como en esta se sustituyeron las placas que decían "soldado argentino solo conocido por Dios" por las que indican los nombres de los héroes caídos. Hasta hoy hay 112 soldados identificados ; los dos últimos, a pocas horas de este último viaje.
Gracias a un acuerdo humanitario entre nuestro país y el Reino Unido, que sumó la participación del Comité Internacional de la Cruz Roja, se arribó al reconocimiento de los caídos y a las visitas a las que nos referimos en este editorial. Los detalles de la ceremonia y los preparativos previos se habían acordado diplomáticamente entre ambos países. La organización y los gastos del traslado estuvieron a cargo de la Corporación América, por iniciativa de su principal accionista, Eduardo Eurnekian.
Provenientes de distintos puntos del país, los familiares de los soldados identificados llegaron al cementerio para abrazar las cruces del lugar de descanso de sus seres queridos en emotivas escenas. Los adultos mayores incluso dispusieron de una silla para ubicarse al pie de las sepulturas. La ceremonia comprendió una misa a cargo del padre Ponciano Acosta, primo de uno de los caídos, junto con otro sacerdote católico y otro anglicano de la isla. Un gaitero escocés tocó una marcha fúnebre rindiendo honores a los caídos y el veterano de guerra Omar Tabárez interpretó el "Toque de silencio" con la misma trompeta que había usado en los días del conflicto y que recuperó recién en 2010 de manos de un soldado inglés.
Casi por definición, las guerras suelen ser consecuencia de conflictos latentes que en algún momento hacen eclosión superando las vías de una solución diplomática. A veces, aunque existan razones históricas, un conflicto armado es el corolario de una equivocada decisión sobre la forma o la oportunidad de iniciarlo, como en el caso de Malvinas .
A diferencia de las guerras civiles o las empeñadas por terrorismos ideológicos, en las que subsisten odios difíciles de superar, los enfrentamientos entre países por dominios territoriales cicatrizan más rápidamente. Desde esta visión, muchos califican las secuelas de la Guerra de Malvinas como una recomposición "romántica" entre los integrantes de los bandos enfrentados. A pesar de venir de una añosa disputa, no traían individualmente una carga de animadversión, sabiendo que estaban allí cumpliendo con su deber patriótico ante el doloroso enfrentamiento de las armas. Relatan los compatriotas sobrevivientes que ese espíritu se percibía incluso en el siempre difícil intercambio entre combatientes de los dos países al momento de la rendición. De hecho, a lo largo de los 37 años transcurridos, se han conocido muchos episodios de reencuentros o de acercamientos entre soldados de ambos bandos que de alguna forma superaron aquel espíritu de batalla. Incluso ha habido valiosos reconocimientos a la valentía y capacidad del oponente.
El inglés Geoffrey Cardoso fue responsable del diseño del cementerio de Darwin y quien enterró allí a los soldados argentinos en 1982, junto a Julio Aro, veterano argentino y titular de la ONG No Me Olvides. Esta entidad, que está integrada por madres de caídos en la Guerra de Malvinas, veteranos de guerra y civiles, fue impulsora de las visitas.
El gobierno de las islas autorizó el despliegue de la bandera argentina en un gesto de respeto hacia el dolor por los argentinos caídos. Los habitantes de las islas incluso convidaron café y acompañaron a los argentinos que visitaban en sentidas circunstancias aquellas tierras.
Durante años se había hecho muy poco o nada para que los soldados argentinos enterrados dejaran de ser NN. Para algunos era beneficioso que no se identificaran aquellas muertes intentando asimilarlas con otras resultantes de la violencia de nuestro triste pasado. En esta nueva instancia, hasta los propios familiares de los caídos supieron valorar que, más allá de los errores y responsabilidades que se endilgan a quienes estaban al mando militar, deben reconocerse el valor y los méritos de quienes combatieron en el territorio insular. Ellos merecen nuestro más cálido homenaje y el respeto de toda la ciudadanía. Celebramos que el número de identificaciones continúe en aumento, para llevar paz a las familias que los vieron partir. Nuestros héroes de Malvinas claramente tienen nombre y apellido.