Nicaragua, cada vez más aislada
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El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, se dirigen hacia un control casi total de la vida de los nicaragüenses mediante la represión de toda voz disidente, incluso en la Iglesia Católica.
Ortega acusó a la Iglesia Católica de ser una dictadura perfecta por no permitir que la mayoría de los católicos elijan al Papa y al resto de sus autoridades y tildó nuevamente a los obispos y sacerdotes de asesinos y golpistas por el apoyo que, según su gobierno, dieron a las masivas protestas opositoras en 2018. Su enfrentamiento culminó con el arresto del obispo Rolando Álvarez y de tres sacerdotes, un diácono, y dos seminaristas que se hallaban con él y que serán ahora juzgados por terrorismo e incitación al odio.
La prensa tampoco quedó al margen de los embates de la dictadura de los Ortega. Su última decisión fue el cierre de la cadena de noticias CNN por “razones objetivas de defensa de nuestra soberanía nacional”, según adujo Rosario Murillo, justificando así lo decidido por el estatal Instituto de Correos y Telecomunicaciones.
El régimen de Nicaragua profundizó su aislamiento internacional al expulsar a la embajadora de la Unión Europea (UE), romper relaciones diplomáticas con los Países Bajos y rechazar la llegada del nuevo embajador asignado de Estados Unidos.
La expulsión de la embajadora de la UE, Bettina Muscheidt, a la que declaró persona no grata, se dio luego de que la delegación de la UE ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) exhortara al Gobierno de Ortega a “devolver la soberanía de Nicaragua al pueblo nicaragüense” y a “restaurar la democracia” en el país.
Según una nota oficial del Ministerio de Exteriores nicaragüense, el gobierno de Nicaragua ha rechazado al embajador de Estados Unidos, recientemente confirmado por el Senado estadounidense, Hugo Rodríguez, por considerarlo “injerencista insigne,” “irrespetuoso y nada diplomático”.
El último eslabón de esta cadena de reacciones diplomáticas tuvo lugar cuando el dictador Ortega acusó a los Países Bajos de “intervencionista” y dijo que no deseaba mantener relaciones con el país europeo, después de conocerse que no financiará un hospital prometido hace años.
El aislamiento internacional aleja cada vez más a Nicaragua de un conjunto de países y organizaciones claves para su supervivencia económica. Lo más anómalo es que todo esto ocurre por decisión del dictador que no ha tenido en cuenta el daño que le ocasiona al pueblo nicaragüense, cuyo futuro se vislumbra cada más comprometido. Es de esperar que estas nuevas evidencias aumenten la presión internacional que permita restablecer en el país centroamericano el orden democrático y las libertades vulneradas.