Neuronas en el corazón
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En 1991 el neurocardiólogo Andrew Armour descubrió que el corazón cuenta con un sistema nervioso compuesto por unas 40 mil neuronas que regulan su actividad eléctrica y sus ritmos, además de neurotransmisores, proteínas y células de apoyo. Lograr lo que él denominó una coherencia entre corazón y cerebro mejora el rendimiento físico y mental. Se conoce esto como variabilidad cardíaca; los intervalos entre latido y latido nada tienen que ver con arritmias o taquicardias, se vinculan con la armonía fisiológica y la salud. Será coherente ante emociones y pensamientos positivos y caótica o desordenada ante emociones y pensamientos negativos, procesos que no registramos conscientemente pero que nos afectan.
El corazón hace mucho más que bombear sangre. Aquel descubrimiento confirma que nos brinda un conocimiento inmediato capaz de anticipar una respuesta sin que un estímulo haya llegado aún al cerebro.
Dos nuevos estudios preliminares presentados el mes pasado en sesiones científicas de la Asociación Estadounidense del Corazón confirmaron que la depresión y la ansiedad pueden conducir y acelerar la aparición de infartos, ataques o derrames cerebrales y que el estrés acumulado promueve comportamientos como el tabaquismo, entre otros, que afectan la salud cardiovascular.
Las investigaciones realizadas en Boston estudiaron durante diez años a adultos que, al inscribirse, no registraban eventos cardiovasculares. Cuatro de cada diez desarrollaron alguno en ese lapso. El vínculo entre salud psicológica y riesgo de enfermedad cardiovascular, aun cuando los mecanismos subyacentes no están del todo claros, vuelve a quedar demostrado. Quienes tenían mayor predisposición genética al estrés, desarrollaron el primer factor de riesgo a edad más temprana y aumentaron en un 35% sus chances de sufrir un acontecimiento cardiovascular importante. Aquellos diagnosticados con ansiedad o depresión desarrollaron un nuevo factor de riesgo en promedio seis meses antes que los que no tenían tal diagnóstico.
Surge claramente la importancia de detectar los factores de riesgo cardiovascular –como hipertensión, colesterol alto y diabetes tipo 2– en personas con una salud psicológica negativa que les torna más difícil manejar bien el riesgo: suelen fumar más, controlar menos la presión, alimentarse mal o realizar menos actividad física.
En el segundo estudio, realizado en Dallas, los investigadores exploraron los efectos del estrés cotidiano generalizado; el estrés psicosocial (provocado por amenazas al funcionamiento psicológico o social); el estrés financiero y el estrés percibido por el vecindario en una puntuación denominada “puntuación de estrés acumulado”. Luego de ajustar los resultados a factores de riesgo, ingresos y educación, descubrieron que un mayor estrés acumulado se asociaba a un riesgo de un 22% más de aterosclerosis, un 20% más de enfermedades cardiovasculares en general, y que era superior entre mujeres, personas entre 18 y 45 años, de niveles de ingresos y educación más bajos, como así también entre quienes se autoidentificaban como adultos de raza negra o hispanos. Se comprobó que se pueden experimentar diversos y múltiples factores de estrés simultáneamente y que, al darse de manera continua, también se elevan los riesgos.
Ya anteriormente se encontraba demostrado que el estrés crónico puede conducir a altos niveles de cortisol y a otras reacciones biológicas que repercuten en el corazón.
Las investigaciones confirman lo que todos intuimos. La mala sangre daña severamente al corazón.