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El impacto que alcanza la utilización de la inteligencia artificial (IA) en distintos terrenos no deja de sorprender. Uno de los mayores desafíos, para el que ciertamente la gran mayoría de las personas no está preparada, surge de la dificultad para distinguir fotografías, videos, sonidos construidos con IA, volviéndose una peligrosa herramienta al servicio de diferentes propósitos.
Días atrás, Milos Astray fue descalificado del 1839 Color Photography Awards, un concurso de fotografía, que incluye numerosas categorías, como arquitectura, naturaleza muerta e inteligencia artificial.
Un jurado, integrado por especialistas que trabajan para The New York Times, Getty Images y Christie’s, entre otros prestigiosos espacios, consideró primero que el trabajo de Astray merecía el tercer premio en la categoría de creado por IA. No pudieron distinguir que se trataba de una toma real de un flamenco y no de una imagen armada con IA. No solo ellos reconocieron el valor de la foto presentada: Astray se alzó también con el voto que otorga el público.
El fotógrafo explicó que su objetivo era demostrar cómo la creatividad humana, simplemente retratando la naturaleza, podía superar el trabajo de cualquier máquina. Y lo logró. Lo cierto es que, como confesó, venía observando en muchos concursos que imágenes generadas con IA triunfaban sobre fotos reales. Ese fue el disparador para su contribución al debate público sobre los beneficios y las trampas que las nuevas modalidades encierran.
Sin embargo, para no sentar un precedente equivocado, el jurado consideró que debía descalificar al participante, pues el trabajo presentado no cumplía con los requerimientos que la categoría IA impone y quisieron ser justos. Agregaron que confían en que lo ocurrido encierre un mensaje de esperanza para tantos fotógrafos preocupados por los avances de la IA.
En sentido contrario, y también aleccionador, en 2023, el fotógrafo alemán Boris Eldagsen, quien había sido reconocido con el prestigioso premio Sony World Photography Awards, en la categoría Creativa, dotada con 5000 dólares, decidió rechazar el premio, para sorpresa de todos.
Eldagsen había creado su obra mediante inteligencia artificial y su participación en el concurso tenía la intención de instalar un debate, precisamente sobre cómo una imagen que no era producto de la creatividad artística humana podía llegar a pasar como si lo fuera, según contó a medios extranjeros.
Afortunadamente, el trabajo de Astray, bautizado Flamingone, revela que, a pesar del enorme desarrollo alcanzado por la tecnología, el talento humano aún cuenta, y mucho. “Estoy contento de ver que este experimento confirmó mi hipótesis: no hay nada más fantástico y creativo que la propia madre naturaleza”, afirmó con razón.
LA NACION