Nadal, pasión por el juego
Con la conquista de su décimotercer torneo de Roland Garros, que le permitió igualar los 20 títulos de Gran Slam de Roger Federer, el tenista español Rafael Nadal continuó rompiendo récords. Si obtener una sola vez la Copa de los Mosqueteros en el Abierto de Francia es una tarea titánica, repetir la hazaña durante 13 temporadas parecería inimaginable si no fuera por este gladiador de 34 años que no acuñó en su vocabulario la palabra "imposible".
Por encima de sus múltiples triunfos, el jugador nacido en Manacor, Baleares, es una fuente de inspiración, una guía y referencia para muchos. Auténtico ejemplo de lucha y superación, que puede extrapolarse a cualquier ámbito de la vida, a lo largo de su carrera convivió con muchas lesiones serias y contratiempos que hubieran desanimado a la mayoría, pero que a él lo hicieron más fuerte y resiliente. Nunca da un punto por perdido, emociona su entrega en cada pelota y la confianza que transmite, impacta y sorprende a sus rivales.
Así como Federer es un artista con la raqueta, irradiando su talento al deslizarse en un court de tenis como en una función de danza, el español se asemeja a un toro salvaje o a un león que se potencia en la adversidad y está dispuesto a dejarlo todo.
Fuera del court, y en las conferencias de prensa post partidos, Nadal se muestra modesto, sencillo y con un gran sentido de la ubicación, tan difícil de conservar ante la catarata de elogios que recibe desde todos los rincones del mundo. Su equilibrio le permite no sentirse un superhéroe por sus impresionantes conquistas, ni tampoco ver solo lo negativo cuando llegan los traspiés.
Respeta a todos sus rivales y nunca subestima a ninguno de ellos. Esa virtud de la humildad lo vuelve ejemplar y engrandece su extensa carrera, iniciada en 2001, y que ya contabiliza más de 1000 victorias como profesional.
Su nivel de preparación previa, la autoexigencia en los entrenamientos y la entrega superlativa en cada partido, le devuelven –al margen del resultado– la tranquilidad propia de quien no tiene nada que reprocharse. En línea con lo expuesto, se lo percibe en paz consigo mismo, con su familia y su entorno.
El tenista mallorquí podrá ganar o perder un torneo, pero nunca faltará su marca registrada: una gran motivación y el regocijo por la competencia. Con tantos años en el circuito y más de 120 millones de dólares ganados solo en torneos oficiales, los premios de cada campeonato no son ya claramente el combustible de su carrera. Lo mueve una encendida pasión por el juego.
Cuando Nadal finalice su extraordinaria carrera tenística, quedarán sus números y conquistas, que se dimensionarán incluso mejor con el paso del tiempo, pero hoy podemos afirmar que su talento, su sano espíritu competitivo y sus altos valores son un faro que guían ejemplarmente el camino de millones de personas dentro y fuera de los courts.