Mujeres empoderadas por la Justicia
La reciente condena a un empresario de Hollywood por delitos sexuales abre un camino auspicioso en la lucha por la defensa de la dignidad de las personas
Nadie discute ya el valor de una investigación periodística a la hora de revelar al gran público insospechados detalles sobre las más variadas cuestiones. Dos destacadas periodistas de The New York Times, Jodi Kantor y Megan Twohey, encararon un trabajo de más de dos años que recabó datos fehacientes sobre casos de abuso ocurridos en Hollywood que se remontaban a los años 90 y que, una vez publicados en 2017, marcaron un hito histórico que dio inicio al movimiento #MeToo y que les valió el prestigioso premio Pulitzer.
Denunciado por acoso, agresión sexual o violación utilizando las mismas tácticas con más de 80 mujeres a lo largo del tiempo, muchas de ellas hoy destacadas actrices a quienes el paso del tiempo les impidió denunciar delitos ya prescriptos, el productor Harvey Weinstein, de 67 años, fue despedido de su empresa y de la Academia de los Oscar días después de publicado el explosivo informe en el prestigioso matutino neoyorquino. Se supo que dos meses antes del estallido del escándalo el productor había conformado una lista con decenas de nombres femeninos, resaltados aquellos que más lo preocupaban por sospechar que serían quienes contarían a periodistas las presuntas agresiones sexuales sufridas, a fin de que un detective las investigara.
Nada evitó la condena a Weinstein en el primer juicio penal, iniciado en enero, en el marco del #MeToo, que deja aún abierta la instancia civil. Un jurado integrado por 7 mujeres y 5 hombres que deliberó durante 5 días lo declaró culpable de "agresión sexual y violación de dos mujeres", aunque fue absuelto de los delitos más graves que podrían haberle valido una condena a cadena perpetua. Weinstein había decidido no declarar entonces, evitando así el interrogatorio. Finalmente, asistió anteayer a la lectura de la sentencia a 23 años de cárcel que le dictó el tribunal penal del estado de Nueva York.
Los fiscales habían denunciado que el magnate se aprovechó de su enorme poder para agredir durante años a aspirantes y empleadas ligadas a la industria del cine. El acusado se declaró inocente en todo momento y aseguró que todas sus relaciones fueron consensuadas. En Estados Unidos se contabilizan cinco condenas por abuso por cada 1000 efectivamente ocurridos.
El veredicto no solo encierra una victoria para el movimiento #MeToo, sino que también constituye una advertencia a acosadores, matones y poderosos abusadores que actúan muchas veces impunemente, convencidos de que la ley no los alcanzará. Las denunciantes sacrificaron su dignidad, su intimidad y su calma para hacer escuchar su voz. La valentía de testigos y víctimas al presentar sus estremecedores testimonios ha sido clave y sirvió para promover la atención que demandan las impostergables mejoras en las culturas organizacionales dirigidas a erradicar la desprotección jurídica de las víctimas, que se traduce en dolorosos e indeseables silencios forzados.
También en estos días se conocieron las conclusiones de una investigación encargada por el Sindicato de Artistas Musicales norteamericano a un equipo de abogados que determinó que 27 personas que habían trabajado con el célebre cantante lírico Plácido Domingo en el Washington National Opera y en Los Ángeles Opera habían visto o padecido su acoso sexual y abusos de poder. Otras 12 confirmaron haber estado al tanto de lo que acontecía entre los años 90 y 2000, y testificaron que la condenable conducta del cantante era vox populi. Ante esta primera investigación -hay otra aún en danza- el tenor salió de su estrategia de negación de las acusaciones para asumir la responsabilidad y así lo expresó en un comunicado en un marcado cambio de actitud. Señaló que espera que su ejemplo al reconocer sus acciones aliente a otros a seguir sus pasos.
Emblemáticos casos como los comentados se suman a otros de los que hemos tomado conocimiento a nivel local en ámbitos tan disímiles como el espectáculo o la política, por solo mencionar algunos. La repercusión mediática y el manejo no siempre cuidadoso de tan delicadas situaciones puede confundir y anticipar conclusiones que deben darse, en primer lugar, en el ámbito judicial, única instancia válida para arribar a un veredicto.
Celebramos que el abordaje de estas cuestiones se dirija hoy a superar el escepticismo con el que se tendía a recibir cualquier acusación en un terreno tan delicado como el que nos ocupa. En estos nuevos escenarios, celebramos también que se debiliten los prejuicios que presuponen espíritu de venganza en la mujer, cuando no un supuesto consentimiento a las relaciones o una provocación como pretenden hacer creer algunos falsos argumentos exculpantes. El sometimiento psicológico y la posibilidad de ejercer una coerción que condiciona fuertemente el desempeño laboral encuentran un límite cuando las denuncias traen a la luz estas tan oscuras como aberrantes situaciones sobre las que la Justicia ha comenzado a expedirse. Se sepulta con ellas un penoso y vergonzoso silencio que tradicionalmente ha reinado en nuestras sociedades y que las nuevas corrientes afortunadamente van dejando atrás.