Mujeres afganas, silenciadas
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Un tan complejo como increíble sistema de órganos en perfecta sincronización es capaz de producir el sonido de la voz humana. A diario hablamos, reímos, lloramos, gemimos, cantamos, nos comunicamos casi sin percibir conscientemente el valor del proceso. Algo que damos por sentado no deja de ser un privilegio en regímenes autocráticos en los que expresar una oposición puede costar la vida, como en Venezuela.
Lamentablemente, las libertades se ven amenazadas por distintos motivos en distintos lugares. En estos días, el gobierno de Afganistán dictó una serie de nuevas normativas en su afán por seguir controlando la vida de la población.
En la que se considera la primera declaración formal emitida por los talibanes afganos, un conjunto de leyes a lo largo de 35 artículos detalla las restricciones que pesan sobre las mujeres. Entre las medidas, la más novedosa plantea que la voz de una mujer se considera “un atributo íntimo que no debe ser escuchado en público, prohibiendo que canten, reciten o lean en voz alta”.
Esta ridícula disposición se suma a las limitaciones al código de vestimenta que obliga a las mujeres a cubrirse con ropas largas y sueltas, incluyendo un velo que oculte su rostro. La sharia también prohíbe que las mujeres miren a cualquier hombre que no tenga algún grado de parentesco cercano con ellas. Menos que menos pueden desplazarse solas, trabajar o estudiar.
El mundo libre deberá insistir en los reclamos para que las mujeres afganas dejen de vivir una vida de suplicios.