Muertes, hambre y frío en la ciudad
La actual ola de frío castiga duramente a las personas que viven en situación de calle, sin abrigo, sin techo y sin alimento caliente
La reciente ola de frío polar que abarcó prácticamente todo el país trajo, como tituló este diario, motivos de gozo y de sufrimiento. De gozo, para los que pudieron disfrutar tranquilos y bien abrigados de esas nevadas inesperadas; de sufrimiento, para los miles de argentinos que sufren a diario hambre y la falta de un techo, y para los cuales el frío se transformó, entonces, en un peligro de muerte.
Ese frío despiadado vino a desnudar enteramente otra vez la situación de las personas que viven en la calle, que padecen, como dijimos, el drama del hambre, del desempleo, de la falta de un techo y, en algunos casos, también el drama de la adicción. Sólo en la ciudad de Buenos Aires hay unas 1400 personas en esas condiciones. Se las puede ver, cubriéndose con gastadas mantas, en pleno microcentro pero también en Retiro, Recoleta, Balvanera o Constitución. Estas últimas noches fueron asistidos con comida y abrigo por parte de las autoridades y de voluntarios de redes sociales y de iglesias de distintos credos.
Lamentablemente, no es la primera vez que desde estas columnas se habla sobre el tema de la gente en situación de calle en la ciudad. El mismo Ministerio de Desarrollo Social porteño acaba de informar que la cantidad de personas que están en esa condición casi se duplicó en los últimos tres años: de 793 que eran en 2006 pasaron ahora a unos 1400 (los datos no son definitivos), de los cuales la mayoría son hombres de entre 31 y 55 años.
Sin embargo, muchos se resisten a buscar refugio en los paradores que para ellos tiene el gobierno porteño. Y sus razones son atendibles si se considera que, aunque reciben comida caliente, cama y sábanas limpias, y un sitio para dejar sus cosas, deben someterse a algún tipo de normas (llegar a determinado horario y tener que hacer cola para entrar, por ejemplo) que, creen, les hacen perder ese poco de libertad que todavía les resta, al elegir dormir en una terminal de ómnibus o en el cantero central de la avenida 9 de Julio.
No obstante, esa elección puede determinar la vida o la muerte de una persona, como lo señala Juan Carr, de la Red Solidaria, una de las numerosas organizaciones de la sociedad civil que les brindan asistencia y contención. Porque la principal causa de muerte con temperaturas tan bajas es la hipotermia; el año pasado, murieron por frío 40 personas, y este año, diez en las últimas tres semanas.
Por supuesto que este aumento del número de personas en situación de calle se debe, como lo destacó la ministra de Desarrollo Social de la ciudad, María Eugenia Vidal, al notorio crecimiento de la pobreza en la Argentina desde 2006, crecimiento que todavía muchos dirigentes se empeñan en ignorar y hasta negar. Pero estadísticas aparte, de lo que se trata ahora es de actuar para que ninguno de ellos esté en peligro de muerte, en primer lugar, y para lograr cambiar sus condiciones de vida, en segundo lugar.
Tanto el gobierno porteño como el de la provincia de Buenos Aires y, también, la Red Solidaria, han puesto a disposición del público sendos números de teléfono para que se les dé aviso sobre personas que están durmiendo en la calle. Y en el caso de la mencionada ONG, también se puede colaborar con donaciones.
La función de velar por el bienestar de la población es un deber indelegable de un Estado, nacional, provincial o municipal, lo hemos dicho y lo seguiremos diciendo. Empero, ante la urgencia del problema que enfrentamos, es necesario que toda la comunidad reaccione, que cada uno de nosotros deje de lado esa indiferencia característica de cualquier habitante en una gran ciudad, para actuar a favor de la vida. De ese compromiso mínimo con el prójimo depende también el futuro de la sociedad argentina.