Montoneros, de ayer a hoy (Parte I). Terrorismo urbano y delincuencia organizada
Continúa siendo imperioso recordar de manera integral nuestro trágico pasado y darlo a conocer a las generaciones más jóvenes de argentinos
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Las recientes reivindicaciones públicas de Mario Eduardo Firmenich sobre la organización terrorista que fundó en los años 70 obligan a recordar los miles de crímenes aberrantes cometidos por Montoneros, así como las contribuciones pasadas y presentes de sus principales referentes a otras organizaciones criminales del país y del exterior.
Hablamos de la principal organización terrorista urbana en la historia de América Latina, una de las más numerosas y con mayores recursos económicos del mundo. La Cámara Federal que juzgó a la Junta Militar en tiempos de Raúl Alfonsín señaló que, en la década del 70, las organizaciones guerrilleras desarrollaron más de 21.000 acciones violentas en la Argentina. Más de 5000 correspondieron a atentados con explosivos colocados en edificios, fábricas, universidades, casas particulares, automóviles y hasta aviones y naves de las Fuerzas Armadas. De neto corte militar, la organización contaba con normas y organismos disciplinarios propios, estructura celular, fábricas de armas y recursos económicos abundantes, producto de secuestros extorsivos, así como también un servicio nacional de documentación que proveía pasaportes, DNI, y cédulas de identidad falsas.
La capacitación y el entrenamiento militar de sus miembros incluía el manejo, el transporte y la colocación de explosivos, profundizando con manuales que incluían capítulos sobre “instrucción de soldados”, “adoctrinamiento”, “caños e incendiarios”, “instrucción de las milicias montoneras”, “altos explosivos plásticos C-2″ provistos por su “servicio nacional de explosivos” y “uniformes e insignias”.
Las organizaciones guerrilleras desarrollaron más de 21.000 acciones violentas en la Argentina
De estructura piramidal, la “orga”, como les gustaba llamarse a los miembros de Montoneros, contaba con una base amplia integrada por aspirantes a combatientes, grupos universitarios, sindicales o territoriales bajo una temible conducción nacional que guiaba sus acciones.
La llamada “Fábrica Militar José Sabino Navarro” fue un uno de los principales centros de producción de armas clandestinas de Montoneros. En sus órganos de prensa, la agrupación reconocía que el arsenal con que contaban no era exclusivamente de producción propia. Hasta 1979, cometieron más de 2400 crímenes dirigidos solo a obtener armamentos y explosivos, con numerosos robos a unidades y fábricas militares.
En el asalto a la fábrica de armas Halcón, ocurrido en 1975 en la localidad de Banfield, además de armamento se llevaron piezas, maquinaria y accesorios que sumaron a la producción propia con la que proveyeron al PRT-ERP argentino, al MLN Tupamaro de Uruguay, al Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) de Chile y al Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Bolivia. Dispusieron para ello de más de 70 millones de dólares, provenientes mayormente de secuestros extorsivos como los de 1975 sufridos por directivos de Bunge y Born y de Mercedes Benz Argentina, entre otras empresas, fondos que sirvieron también para financiar a organizaciones internacionales.
Aquellos falsos jóvenes románticos e idealistas captaban a otros y los adoctrinaban en el odio y la violencia
Roberto Cirilo Perdía, integrante de la conducción nacional, expresó que a fines de 1973, contaban con “unos 2300 oficiales, unos 12.000 miembros sumados los aspirantes y unas 120.000 personas agregando a la gente más o menos organizada que adhería a nuestra propuesta”. Para tener una idea de su magnitud, el Ejército Argentino entonces sumaba, en todas sus armas, unos 6500 oficiales subalternos y superiores en actividad.
Resulta imposible resumir tantos aberrantes crímenes. En un solo día, el 26 de julio de 1972 –vigésimo aniversario de la muerte de Eva Perón– hicieron estallar más de cien explosivos en instalaciones de diversas empresas. Dicho proceder era frecuente, tanto en distintos puntos urbanos y de la red ferroviaria, como en concesionarios de automóviles, domicilios particulares, bancos y oficinas públicas tales como las del Ministerio de Trabajo, Agua y Energía, Segba e YPF. Sumemos los “ajusticiamientos”, como los denominaban en sus publicaciones de propaganda y adoctrinamiento, entre los que se destaca la bomba que colocaron en el comedor de la Policía Federal, que provocó 85 víctimas, 24 de ellas mortales.
Aquellos falsos jóvenes románticos e idealistas captaban a otros y los adoctrinaban en el odio y la violencia, enviándolos luego a matar y a morir. Ana María González había entablado amistad con la hija del entonces jefe de la Policía Federal Argentina, general Cesáreo Cardozo. Tenía solo 20 años cuando el 18 de junio de 1976, tras ser invitada a la casa de su amiga, colocó 700 gramos de trotyl bajo la cama del militar y la explosión provocó la muerte de este y lesiones a otras personas. Convertida en una falsa heroína, brindaría un mes más tarde, desde la clandestinidad, una conferencia de prensa a medios internacionales junto a jerarcas de la organización, en la que se jactó de su “ajusticiamiento”.
La revista “Militancia Peronista para la Liberación” ponderaba las acciones de la organización terrorista islámica Septiembre Negro. Precisamente con ese nombre, la organización Montoneros bautizó los operativos de septiembre de 1973 que culminarían con el asesinato de Rucci
Hacia 1973, la revista “Militancia Peronista para la Liberación”, editada por Eduardo Luis Duhalde, recordado por haber sido nombrado secretario de Derechos Humanos durante las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner, presentaba en su sección “Cárcel del pueblo” a quienes luego serían asesinados: el dirigente radical Arturo Mor Roig, que ocupó el Ministerio del Interior en el gobierno del general Alejandro Lanusse; el sacerdote Carlos Mugica y el secretario general de la CGT José Ignacio Rucci. La revista ponderaba las acciones de la organización terrorista islámica “Septiembre Negro”, una de las más sanguinarias de la época, autora del crimen de once deportistas israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich de 1972. Precisamente con ese nombre, la organización Montoneros bautizó los operativos de septiembre de 1973 que culminarían con el asesinato de Rucci.
El 7 de septiembre de 2020, en el Día del Montonero, al cumplirse cincuenta años de la organización terrorista, quienes finalmente fracasaron en sus intentos revolucionarios, difundían un documento en el que volvían a jactarse de su violento accionar. Argumentaron una supuesta “tergiversación mentirosa de la historia” que justificaba “la legítima defensa propia ante el terrorismo de Estado”, con la misma belicosidad que caracterizó su sangriento proceder y mostrándose manifiestamente incapaces de asumir la más mínima autocrítica. Repasar aquel pasado tan doloroso, darlo a conocer a los más jóvenes, y reconocer su aún fuerte presencia en el presente resulta imperioso.
Mañana: La internacional terrorista.