México: el final de una deslucida gestión
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Con escasos logros económicos y una gestión caracterizada por el incremento de la violencia, ha concluido el mandato presidencial de Manuel López Obrador (AMLO) en México, un país en el que el narcotráfico ha penetrado las estructuras del Estado. El presidente saliente ha sido también el responsable de una regresión en los avances democráticos iniciados en los últimos años del siglo pasado, que terminaron con el hegemonismo del PRI.
López Obrador se jacta de no haber viajado ni conocido el mundo, pero ha mostrado su cercanía a autoritarios y autócratas como Nicolás Maduro, los Castro y el matrimonio Ortega. Ha logrado su rato de fama internacional con tonterías como la exigencia al rey de España, Felipe VI, de disculparse por los crímenes de “la conquista” de hace 500 años. ¿A quién tendrían que pedir perdón los aztecas que llegaron solo 200 años antes que Hernán Cortés? Recientemente, AMLO redobló la apuesta al no invitar al jefe del estado español a la asunción de su sucesora, incidente que ha logrado que los dos grandes partidos peninsulares, el gobernante PSOE y el opositor PP, coincidieran en condenar los dislates de López Obrador.
Es un lugar común buscar chivos expiatorios a los fracasos de una gestión gubernamental para eludir las responsabilidades propias. En México, en un tiempo, el problema pasaba por los Estados Unidos; tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos, se solía decir. Desde los acuerdos del Nafta que han integrado las economías de los tres países de Norteamérica ya no pueden agraviar como en otros tiempos a los estadounidenses. Incluso López Obrador ha sido complaciente con ellos y sobre todo con Trump a pesar del desprecio, las acusaciones y su vocación por expulsar a mexicanos.
México no es un pueblo indígena, como afirmó un expresidente argentino que mostró su torpeza junto a su ignorancia. El 90 % de los mexicanos tiene sangre europea e indígena. López Obrador es incluso fruto de migraciones recientes de dos o tres generaciones llegadas desde España.
La monarquía española benefició con pensiones a descendientes de Moctezuma, último soberano del imperio mexicano, que siguió pagando el gobierno surgido de la independencia hasta que el presidente Abelardo Rodríguez las abolió en 1933.
Las hijas de Moctezuma se casaron con los capitanes de Cortés, como otras hijas de jefes de diferentes grupos étnicos que poblaban esos territorios. Familias nobles españolas llevan sangre de jefes indígenas. Entre otros muchos, el duque de Ahumada Francisco Javier Girón, fundador de la Guardia Civil Española era descendiente de Isabel de Moctezuma por su hijo Juan Cano Moctezuma.
El México anterior a la independencia se caracterizaba por una prosperidad. superior a la de otros dominios de la corona, incluida la propia España. En 1810, con 160 mil habitantes, la ciudad de México duplicaba la población de Nueva York y sus ingresos. Por su ubicación fue esencial en la primera “globalización”.
Desde México, en tiempos de Carlos III, se iniciaron las fundaciones de poblaciones como San Francisco, Los Ángeles, Sacramento y San Diego, en California, y otras en Texas, Arizona, Nuevo México y Colorado.
Creer que los problemas de México -como los de todos nuestros países unidos por un idioma, credos y culturas llegadas desde España- se originan en hechos ocurridos hace cuatro o cinco siglos es caer en anacronismos. El presidente saliente de pura sangre española no ha concluido su mandato con éxito. Por el contrario, deja una profunda y preocupante regresión en el desarrollo institucional de su país, con un evidente deterioro de su democracia y de los niveles mínimos de seguridad para la vida y propiedades de los mexicanos.