Mercosur: demasiadas palabras, nulos avances
El bloque regional sobrevive sin mostrar logros en un contexto de tensiones entre sus socios que dificultan cualquier salida
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A 33 años de la firma del Tratado de Asunción, los hechos demuestran que el Mercosur entonces creado está lejos de haber cumplido los objetivos que se planteó. Aquel “regionalismo abierto” profesado en los 90 quedó más en los papeles que en realizaciones. Su ineficiencia e inefectividad no es adjudicable a su conformación per se, sino a la voluntad política de sus integrantes para avanzar en las negociaciones. El derrotero de los bloques económicos, comerciales y políticos depende de los países que los conforman y los socios del Mercosur –en especial los más grandes, la Argentina y Brasil– pasan buena parte del tiempo tratando de resolver sus propios problemas y apenas miran de reojo la asociación.
Bolivia inició su proceso como socio pleno –sumándose a nuestro país, Brasil, Paraguay y Uruguay– y debe adaptar su legislación. En cuanto a Venezuela, el reciente fraude electoral determina que continuará suspendida en forma indefinida, como lo está desde 2017.
Aunque nació en pleno Consenso de Washington, siempre tuvo un sesgo proteccionista, tanto que hay limitaciones al comercio hacia el interior del bloque. Con los años, los números de intercambio comercial entre los socios, en vez de expandirse, se retrotrajeron.
El Mercosur no logró desarrollar, salvo alguna excepción, cadenas de valor relevantes ni mejorar el de sus exportaciones al mundo. El esquema diseñado para la industria automotriz está fuera del bloque; es un acuerdo entre nuestro país y Brasil con terminales que se reparten el mercado y que están protegidas para los ingresos extrazona.
El presidente Javier Milei ni siquiera asistió a la última cumbre, una conducta por la que le han pasado factura sus pares Lula da Silva y Luis Lacalle Pou
Para los presidentes de los países socios hoy del mercado regional luce más como un jarrón chino en un departamento chico que como un trampolín para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Ninguno se decide a sacarlo a la vereda, pero tampoco lidera la reorganización necesaria.
El presidente Javier Milei ni siquiera asistió a la última cumbre, una conducta por la que le han pasado factura sus pares Lula da Silva y Luis Lacalle Pou. Al libertario no le hace mella, su mirada no está puesta en la región. Son los jefes de Paraguay y de Uruguay los que más reclaman un relanzamiento y, si no, quieren tener la chance de poder avanzar por su cuenta en acuerdos comerciales. Sienten el bloque como un corsé.
El acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea (UE) acumula anuncios de “firma inminente”, pero sigue trabado. Se terminó de negociar hace cinco años, pero los bloqueos se suceden. Lula dice que ahora “el problema son ellos” por la renovación institucional que atraviesan. Aunque todavía hay grupos que resisten el europeísmo, ese bloque actúa como disciplinador económico de sus miembros impulsando cohesiones políticas y como financiador de infraestructura, entre otros aspectos relevantes.
El Mercosur no tuvo nunca los motores que movieron a la Unión Europea (UE). Por eso, la organización quedó a mitad de camino y no se pudieron cumplir las metas que fijaba cada etapa. Es inoperante y ni siquiera hay un diagnóstico compartido sobre el significado de esa situación. En las reuniones se repite la “enorme potencialidad” que tiene la asociación, pero no se registran avances. A la luz de la experiencia y la incapacidad demostrada para avanzar hacia un mercado común del sur, debería haberse establecido como zona de libre comercio. Hoy tenemos una unión aduanera imperfecta con listas nacionales de excepciones al arancel externo común.
El Mercosur no tuvo nunca los motores que movieron a la Unión Europea
Los aranceles han estado siempre modificándose. La devaluación de Brasil en 1999 y el posterior abandono por parte de la Argentina del régimen de convertibilidad son hitos que marcan el fin de la etapa más dinámica.
La creciente demanda asiática, en especial de China, marcó el ritmo al que se movió comercialmente el bloque en los 2000. Las dos economías más grandes, Brasil y la Argentina, se vuelcan hacia esos mercados en medio del boom de las comodities. En la segunda década de este siglo ambos países sufren de estancamientos económicos (más la Argentina), los que también constriñen la dinámica del bloque.
El economista Jorge Vasconcelos, del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral) de la Fundación Mediterránea, insiste en que los países que más crecen tienen en común la inserción en el mercado global como instrumento ordenador de las respectivas economías. Claramente, ese factor está ausente en el Mercosur: no hay impulso a la competitividad de cara al resto del mundo. Brasil, por el volumen de su mercado, logra atraer inversiones; en la Argentina están condicionadas por la posibilidad de exportar. Lo mismo en Uruguay y Paraguay.
En un contexto de tensiones entre los socios parece difícil que el bloque encuentre una salida. Hay divergencias sobre el perfil que debe tener y escasea la voluntad política que es clave para lograr un alineamiento que permita avanzar. En cambio, hay conductas de desidia y soberbia que no hacen más que profundizar las asimetrías y condenar al Mercosur a seguir sobreviviendo sin ningún logro que mostrar. El cubo mágico que nadie consigue armar.