La reducción en la tasa de niños muertos durante el primer año de vida, aun cuando queda mucho por hacer, es destacable merced a las sinergias logradas
No hay nada más difícil de tratar de explicar o justificar que la muerte de un niño. Lamentablemente, aun con todos los avances que experimenta la ciencia, por causas totalmente evitables, muere un menor de cinco años cada cinco segundos en el mundo.
En estos días, la provincia de Buenos Aires reportó en 2018, por tercer año consecutivo, el descenso de la tasa de mortalidad infantil a partir de una caída de 0,6 puntos respecto de 2017: este índice se ubica así en 8,9 fallecimientos por cada mil nacimientos e implica 217 muertes infantiles menos.
En sentido estricto, este índice es un indicador demográfico que revela cuántos niños murieron durante el primer año de vida -el considerado más crítico- de cada mil nacidos vivos; se divide en mortalidad neonatal (en el primer mes) y posneonatal (en el resto del primer año). Está directamente relacionado con causas exógenas como los niveles de pobreza y de acceso a la salud de una población y, por lo tanto, presenta una amplia desigualdad según el lugar del mundo en el que se lo considere. Los nacimientos prematuros, el bajo peso al nacer y las complicaciones respiratorias que puede atravesar un bebé son algunas de sus expresiones. Así, por ejemplo, en 2018, Afganistán encabeza este triste ranking, con 110 muertos por cada mil nacidos vivos, mientras que en el extremo opuesto se ubica el principado de Mónaco, que apenas alcanza 1,8.
De manera más amplia, se habla también de "mortalidad infantil" al referirse a los niños de hasta cinco años o incluso a toda la infancia.
La gobernadora María Eugenia Vidal realizó, días atrás, el importante anuncio en conferencia de prensa. Lejos de estar satisfecha, destacó que "no es casualidad, sino el resultado de políticas sostenidas e integradas", que la motivan a seguir trabajando. La erradicación de enfermedades, los cuidados prenatales, las condiciones de higiene, así como el número de centros de salud y su equipamiento por número de habitantes, son algunos de los muchos factores que favorecen la reducción de la tasa de mortalidad infantil.
Como bien señaló, no se trata de un logro atribuible exclusivamente al área de Salud, sino el resultado de un trabajo articulado entre esta área y las de Desarrollo Social e Infraestructura a lo largo de los últimos tres años, pues un millón más de bonaerenses cuentan actualmente con agua potable y 700.000 con cloacas, dos servicios que impactan fuertemente también sobre la referida tasa. El impacto del nivel de educación en las madres tampoco puede desconocerse.
Sin duda, cuando el sistema de salud acompaña, los beneficios se hacen notar. Tal es el caso de las mejoras en las salitas de atención del conurbano: Vidal anunció que unos 200 centros contarán con edificios a nuevo, equipamiento, pediatra, médico general y obstetra, que se suman a las 43 guardias hospitalarias remodeladas y con profesionales incorporados para la atención de partos de riesgo. La figura de los promotores comunitarios adquirió relevancia pues son ellos los encargados de buscar a las mujeres embarazadas en sus casas para alentarlas a realizarse los controles. Lo mismo ocurre con el programa Un Vaso de Leche, que cubre a 400.000 personas; el Plan Más Vida, que vuelve a abrirse para asistir a familias con chicos de hasta 5 años, y el Programa de Fortalecimiento a Red de Espacios Comunitarios, con el que se mejora la alimentación de 50.000 familias a través de mil ONG provinciales. Recordemos que, en palabras del doctor Abel Albino, "la mortalidad infantil es un indicador indirecto de desnutrición".
Con índices de pobreza récord y una situación económica general que muestra un enorme deterioro, la reducción en la tasa de mortalidad infantil constituye una forma de reconocimiento al trabajo y a las sinergias que permitieron alcanzar estos resultados, aun cuando queda mucho por hacer.
Ningún país puede darse el lujo de descuidar a su infancia, pues en eso se juega su futuro. Así lo ha entendido la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Su subsecretario general de Asuntos Económicos y Sociales, Liu Zhenmin, afirma que "reducir la desigualdad ayudando a los recién nacidos, niños y madres más vulnerables es esencial para alcanzar el propósito de los objetivos de desarrollo sostenible de poner fin a las muertes prevenibles en la infancia y garantizar que nadie quede rezagado".
LA NACION