Más energía en la lucha contra el cigarrillo
Es necesario que nuestro país se sume a las actividades mundiales tendientes a concientizar sobre un vicio con enormes costos humanos y sanitarios
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Muchos podrían suponer que la Argentina extremó por ley hace años suficientes medidas contra el hábito de fumar. Pero caerían en un grueso error.
Es verdad que desde 2013 se avanzó en el país en la lucha contra ese flagelo que afecta a consumidores tanto como a fumadores pasivos. Está prohibido fumar en espacios públicos cerrados, realizar actos publicitarios en favor del tabaco o venderlo a menores de edad. Las marquillas deben llevar inscriptas indicaciones visibles sobre los perjuicios de la adicción. Pero aun así, las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportan una preocupante performance de la Argentina en relación con el resto del mundo.
El Observatorio Global, dependiente de la OMS, informó en 2020 que nuestro país ocupaba la posición 66° dentro de los 80 cuyo comportamiento había evaluado. Los datos de este año indican que nos situamos en el puesto 77°, después de haber descendido 11 lugares en 2021. Solo la Republica Dominicana presenta un cuadro más negativo que el nuestro en América Latina.
Por si faltara una evidencia más sobre la dimensión mundial que ha adquirido en las últimas generaciones la preocupación por las derivaciones nefastas del hábito fumar, habría que decir que pocos acuerdos internacionales han aunado un mayor número de países que el Convenio Marco para el Control del Tabaco. Lo firmaron 181 Estados en 2003. Ratificado por los principales productores de tabaco, como China, Brasil, India y Turquía, así como también por casi toda América Latina, el movimiento mundial contra el tabaquismo no resiste ya ningún análisis en contrario.
Nuestro país, lamentablemente, también se encuentra a la zaga de las tendencias imperantes en este terreno, puesto que a la fecha se ha abstenido de sumar su ratificación.
Unas ocho millones de personas mueren al año por efecto del tabaco; más de 44.000 son argentinas, sin contar la larga lista de enfermedades atribuibles que siguen multiplicándose en su sombrío haber, entre ellas y suficientemente conocidos, los más de diez tipos de cáncer que desarrolla el vicio de fumar.
Deben también ponderarse las acciones que desde hace años se llevan adelante a fin de encontrar sustitutos compensatorios de los tabacales que se eliminan y que merecen apoyo social y político. En términos económicos, el propio Banco Mundial indicó que “eliminando el tabaquismo, no solo no habrá pérdidas económicas, sino que muchos tendrán ganancias”. El desarrollo de proteínas vegetales de uso medicinal e industrial a partir de la planta del tabaco avanza en el mundo y también entre nosotros por prometedoras sendas. Cabe también destacar el trabajo de la Fundación Sales, impulsora de “Cáncer con ciencia”, que promueve el trabajo con organizaciones de la sociedad civil como Sustentarte, para difundir el cultivo del bambú como base de una industria creciente de múltiples aplicaciones. Su trabajo coordinado abre posibilidades de abastecer el mercado interno con nuestras 20 especies nativas y de exportarlo.
El foco central está puesto en Misiones, donde se concentra el 72 por ciento de los cultivos que es de prioridad general rever a medida que se logra su reemplazo por otras actividades, como la crianza de pollos o plantaciones de bambú, de frutales, de hortalizas. Acciones similares deben replicarse en particular en Jujuy y en Salta, promoviendo desde el Estado los caminos innovadores que permitirán reconvertir la industria y sostener las fuentes de trabajo.
Más que por los 33.000 millones de pesos que insume al año la atención de las enfermedades causadas por el hábito de fumar, corresponde a las autoridades ejecutivas y a los legisladores asumir con más energía la lucha contra un flagelo que se cobra la salud y el futuro de demasiados argentinos.