Mandela, crear sobre las ruinas
- 2 minutos de lectura'
Acusado de alteración del orden nacional y sabotaje, el líder sudafricano Nelson Mandela fue apresado en 1962. Pasó encarcelado 27 años. El 11 de febrero de 1990, fue liberado por el entonces presidente sudafricano Frederick de Klerk ante una fuerte presión mundial. Están por cumplirse 30 años.
Apenas liberado, agradeció todos los apoyos. Sobre el fin del apartheid, el sistema político instaurado en 1948, afirmó: “No soy un profeta, soy solo un servidor de todos ustedes y a quienes les debo mi libertad (...) el apartheid no tiene futuro… la destrucción causada en nuestro subcontinente es incalculable”. Prometió conducir a Sudáfrica a la paz, la libertad y a la construcción de una democracia para todos. Juró dedicar el resto de su vida a esos objetivos.
Como ejemplo infatigable de su voluntad dialoguista, la misma noche de su liberación invitó a comer a su casa a sus guardiacárceles.
En su celda había aprendido diferentes dialectos, particularmente el de sus enemigos, convencido de que, hablando el mismo lenguaje y sin necesidad de intermediarios, se entenderían mejor. Su doctrina política se cimentó sobre la integración y el consenso con vistas a construir una nación pacífica, capaz de devolver a sus habitantes dignidad y calidad de vida.
Fue recibido por el papa Juan Pablo II, Margaret Thatcher y Fidel Castro. Brindó conferencias y prodigó un mensaje de unidad. Recibió, junto con De Klerk, el Premio Nobel de la Paz en 1993 por la transición pacífica de un sistema racial de segregación a uno de igualdad, y gobernó su país desde 1994. Fue el primer presidente negro de una Sudáfrica democrática, surgido de las primeras elecciones multirraciales. Tal como había prometido, no buscó un segundo mandato.
Evocar hoy a Mandela, a casi 30 años de su liberación, abre una ventana de oportunidad en nuestra Argentina convulsionada y dividida. Aun las heridas más trágicas de una sociedad pueden cerrarse cuando la humildad, el empeño y la vocación superadora de sus líderes conducen a refundar su destino. No hay milagros; solo líderes dispuestos a trabajar para mejorar las condiciones de sus conciudadanos. Construyendo puentes, con ética, lucidez y talento.