Malintencionada manipulación en torno de un crimen
El extraño manejo de las autoridades de Arabia Saudita sobre el asesinato del periodista saudita Jamal Khashoggi ha sido hasta ahora inconsistente. Esa circunstancia no le ha hecho nada bien a la imagen exterior del rico reino del Golfo, respecto de cuyo régimen el reconocido periodista de The Washington Post era sumamente crítico.
Los hechos que se han acumulado en torno del tema han generado inevitablemente resquemores. Por ejemplo, pese a que lo acontecido ocurrió en el interior del consulado saudita en Estambul, el cuerpo de Khashoggi, que aparentemente habría sido desmembrado, aún no ha sido encontrado.
Las autoridades turcas están requiriendo ahora información sobre los veinte ciudadanos sauditas que han sido preliminarmente individualizados como sospechosos, a instancias del propio fiscal saudita que actúa en el caso.
Paralelamente, las autoridades sauditas aparecen activas en busca de los responsables del referido crimen. Pero lo hacen dentro de un ambiente recubierto por un manto de desconfianza y con una lentitud significativa. Por ello, el portavoz del presidente turco, Recep Erdogan, acaba de instar al gobierno saudita a que conduzca el tema sin más dilaciones. En la investigación saudita en curso, que lejos está de mostrarse independiente, se habrían concretado ya tres audiencias testimoniales, sin la necesaria cuota de transparencia que cabría esperar.
Por todo esto, la imagen externa del poderoso príncipe heredero saudita, Mohammed ben Salman, de quien algunos sospechan abiertamente que habría sido el que ordenó el asesinato de Khashoggi, algo que él ha negado repetidas veces, se ha desteñido enormemente, afectando la reputación del hombre que hoy ocupa tan prominente lugar en la conducción de Arabia Saudita.