Mali, a merced del fanatismo
La incursión de grupos terroristas islámicos vinculados con Al-Qaeda en el norte africano obligó a Francia a actuar para devolver la paz a la zona
Han reaparecido de pronto en el llamado Sahel africano, particularmente en Mali, Mauritania y Níger, algunos de los principales grupos fundamentalistas islámicos violentos, cuyas actividades terroristas habían comenzado en Argelia hace veinte años. Ahora actúan con armamento moderno, de origen libio, y con acciones tan arrojadas como inesperadas que llegan hasta los atentados suicidas. Esta combinación de horror, la violencia desplegada con ferocidad inhumana, se esconde detrás de la población civil, a la que utiliza como escudo y asesina sin contemplaciones de ninguna naturaleza.
La espiral de violencia comenzó en el norte de Mali en donde, con el apoyo de los separatistas tuaregs, algunas organizaciones violentas vinculadas con Al-Qaeda se apoderaron de una parte de su territorio, tres veces más grande que Alemania, para anunciar inmediatamente la creación del califato de Azawad. Se trata del denominado Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), al que acompañaran Ansar Dine y Muyao, dos movimientos también muy violentos. Cuando los insurgentes decidieron marchar hacia el Sur, con el propósito de apoderarse de todo Mali, Francia, que tiene miles de expatriados que residen en la capital de Mali, Bamako, y que depende del uranio que obtiene en la zona, reaccionó con bombardeos que detuvieron el avance de los grupos terroristas.
En su camino, los insurgentes árabes se apoderaron de varias ciudades, venciendo fácilmente a las fuerzas armadas de Mali, conformadas predominantemente por hombres de la población negra que habita el sur del país, que resultaron absolutamente incapaces de enfrentarlos.
Francia ha quedado prácticamente sola en la defensa del territorio, con apenas un apoyo logístico menor por parte de algunos de los países europeos. Su gobierno espera poder dinamizar el despliegue de la fuerza africana que, en definitiva, será la encargada de devolver la paz a Mali y asegurar su integridad territorial. La decisión de actuar sin más demoras parecería la más acertada.
A estos episodios siguió la sangrienta toma del yacimiento gasífero de Amenas por parte de otro grupo terrorista. En este caso, el encabezado por Mojtar Belmojtar, a quien apodan el "Señor Marlboro", por haberse enriquecido durante los últimos años con el contrabando de cigarrillos a través del desierto norafricano, además del narcotráfico, los secuestros de turistas extranjeros y el tráfico ilegal de personas que, escapando de la miseria, procuran llegar a Europa. Argelia, cuya política oficial es no negociar con el terrorismo, los desalojó militarmente, dejando en el camino un verdadero tendal de muertos y heridos.
Lamentablemente, la violencia fanática ha reaparecido en el norte de África. En parte como fruto de la inacción de la comunidad internacional, que con sus dudas y demoras permitió que los grupos terroristas se concentraran y organizaran en el norte de Mali, convertido ahora en tierra de nadie. El campo de batalla de la civilización contra el fanatismo de Al-Qaeda de pronto se ha ampliado hasta llegar al inmenso y despoblado territorio desértico en el norte de África, tan cerca de Europa que obligó a Francia a reaccionar. Una reacción que debe mantener alertas y solidarios a sus aliados europeos.