Lukashenko, ¿el último dictador?
El autoritario Alexander Lukashenko, con sus 65 años, es el presidente de Bielorrusia desde 1994. Por esto, muchos de los 10 millones de habitantes de ese país lo llaman "el último dictador".
Con un sistema político esencialmente parlamentario, Bielorrusia acaba de tener elecciones. En juego estaban las 110 bancas del Parlamento, de las cuales apenas dos aparecían en manos de la oposición. Ambos opositores, sin embargo, esta vez no lograron ser reelegidos y, como consecuencia, Lukashenko gozará ahora de un control total y absoluto sobre cada uno de los congresistas, que le serán previsiblemente leales.
Gobernará sin voces disidentes institucionales y próximamente deberá imponerse una vez más en las cuidadosamente digitadas elecciones presidenciales. Algo que no parece demasiado difícil.
Para Lukashenko, hoy su principal problema parece residir en cómo dilatar en el tiempo el compromiso asumido en 1997 de integrar las economías de Rusia y Bielorrusia, unificándolas, lo que hasta ahora no ha sucedido. Cuando esto ocurra, si es que ocurre, Lukashenko perderá inevitablemente gravitación e influencia.
Pero Rusia es el proveedor monopólico de petróleo crudo a Bielorrusia, lo cual le confiere una influencia decisiva. Abrir y cerrar esa estratégica canilla es siempre una amenaza, abierta o encubierta.
"Nunca hemos querido y no vamos a convertirnos en parte de ningún otro país, ni siquiera de la hermana Rusia", afirmó un mes atrás Lukashenko ante los miembros de la Asamblea Nacional. La posibilidad de que Bielorrusia y Rusia conformen un nuevo país allanaría el camino de Vladimir Putin para mantenerse en el poder más allá de 2024, cuando expirará su mandato.
Para demorar todo lo posible esa peligrosa unificación, el presidente bielorruso se acerca ahora a los Estados Unidos y a Europa, en busca de aliados y equilibrios que necesita. Pero el reloj no se detiene. Y apremia.