Ludopatía digital: ellos apuestan, todos perdemos
Urge establecer un marco legal efectivo contra los poderosos lobbies del juego y educar a los jóvenes estableciendo redes que los alerten y contengan
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Más de una vez desde este espacio nos hemos ocupado del tan exponencial como lamentable crecimiento de la ludopatía en nuestro país, fomentada desde un Estado que ha contribuido perniciosamente al desarrollo de distintas formas de juego. Este fenómeno, que destruye familias y vínculos, gana presencia también entre los más jóvenes, sin distinción de clases sociales, pero con mayor presencia entre varones, que sucumben ante la proliferación de opciones de juegos de azar y apuestas online que prometen dinero fácil. Las apuestas virtuales están prohibidas para menores de 18 años, pero los filtros de edad son tan escasos como franqueables y los sitios ilegales, que deberían ser denunciados penalmente, no constatan la información suministrada. Cuando consideramos los que funcionan en el país, distinguirlos es sencillo: los legales operan con la extensión BET.AR.
Estos negocios se potenciaron con la pandemia y su rentabilidad aumenta a peligrosa velocidad, tal como surge de informes globales. Si para el año 2020 las recaudaciones rondaban los 65.000 millones de dólares, se prevé que para 2027 superen los 130.000 millones. Los pronósticos indican que el mercado de juegos online crecerá un 18% en América Latina en los próximos 6 años, un aumento de jugadores que se asocia con mayor proporción de adictos. El Observatorio de Adicciones y Consumos reporta que 7 de cada 100 argentinos pueden ser considerados adictos, dentro de un universo de 19 millones de habitantes que juegan frecuentemente. ¿Cuántos son menores? No hay cifras locales aunque los profesionales refieren que reciben consultas por chicos de 12 años. En Gran Bretaña, hay 30.000 niños de hasta 11 años que ya son ludópatas; en España se estima que el 10% de los adolescentes apuestan.
El aumento de la publicidad en distintos soportes y espacios públicos que promueve el acceso a dinero fácil, convenientemente asociada con populares influencers, youtubers, tiktokers y equipos deportivos, es también sumamente preocupante en tanto contribuye a instalar la adicción al juego a edades cada vez más tempranas. Al igual que el alcohol o las drogas, la promesa de recompensa instantánea se vuelve irresistible para quienes transitan una etapa de inmadurez, dispuestos a sumar amigos por un crédito y a endeudarse o involucrarse con gente peligrosa. Sin percepción del enorme riesgo de entrar tan fácilmente en este mundo, la inexperiencia juvenil y la impulsividad los vuelve extremadamente vulnerables. Habría que proponer nuevas regulaciones para que, de la misma forma que ocurre con los cigarrillos, las publicidades deban cumplir con determinadas condiciones. Para combatir el juego problemático, la senadora bonaerense Laura Clark (Unión por la Patria) presentó una iniciativa de creación del Programa de Prevención de Ludopatía en Adolescentes, que debería aprobarse y replicarse.
Por otro lado, desde 2017 los menores de 18 años acceden a tarjetas de débito, transferencias digitales y billeteras virtuales en distintas plataformas, muchas veces sin costos de mantenimiento. Un padre que deposita una mensualidad a su hijo debe prever y controlar el destino de ese dinero. No hay un marco legal nacional que regule los juegos de azar en línea y de las 24 jurisdicciones del país solo 14 cuentan con normativas. Las plataformas ilegales que no pagan impuestos se multiplican en Catamarca, Chubut, Jujuy, La Rioja, San Juan, Santiago del Estero y Tierra del Fuego.
Los cambios en el comportamiento de los jóvenes son señales de alerta, tanto en su rendimiento escolar y deportivo como en sus vínculos y hábitos de sueño, ansiedad excesiva o irritabilidad, y demandan acción inmediata por parte de los adultos. Cada vez más docentes refieren estar al tanto de que los alumnos juegan póker, ruleta y blackjack en casinos online o que realizan apuestas deportivas, mayormente de fútbol, en sus dispositivos durante horas de clase o recreos, prestándose dinero entre ellos. En los clubes registran lo mismo.
Sin más demoras hay que establecer un marco legal claro y efectivo que venza a los poderosísimos lobbies del juego. Educar, prevenir y establecer redes de contención que brinden el apoyo adecuado y a tiempo a tantos jóvenes es igualmente clave. Se deben multiplicar los talleres brindados por profesionales que adviertan y orienten sobre estos temas en clubes y colegios, así como promover la conversación familiar para evitar que caigan en el encierro y la soledad asociados a la dificultad para afrontar la adicción.