Los Pumas y los tuits de la polémica
Reconocer los errores, avergonzarse de lo hecho y pedir disculpas no admite ser respondido con agravios similares a los que se pretende condenar
Distintos acontecimientos sucedidos hace pocos días alrededor del seleccionado argentino de rugby nos desnudan como sociedad, porque dejan al descubierto muchos de nuestros defectos, excesos y vicios de carácter crónico.
El espectáculo circense de agravios, pases de facturas y sobreactuaciones comenzó poco antes del partido revancha contra los All Blacks por el Rugby Championship. Allí, el seleccionado de Nueva Zelanda brindó un sentido homenaje por el fallecimiento de Diego Armando Maradona, exhibiendo en el campo de juego una camiseta negra con el número 10 en la espalda al tiempo que realizaba el tradicional haka, mientras que los Pumas lucieron un pequeño brazalete negro, que algunos consideraron insuficiente.
La muerte de quien fue uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol, aunque un pésimo ejemplo en otros aspectos, provocó una conmoción en el mundo y derivó en cientos de homenajes en los lugares más recónditos. Algunos de ellos fueron emocionantes e inolvidables, mientras que otros no tuvieron mayor brillo. En definitiva, cada uno lo recordó de la manera que consideró apropiada. Al margen de lo mucho que hizo Maradona por la camiseta argentina no existe –y está bien que así sea– un protocolo único para homenajearlo. Que se pretenda imponer desde lo más alto la forma en que debe recordarse a un futbolista nos recuerda a sociedades fracasadas en términos de libertad y tolerancia, como Cuba, Corea del Norte o Venezuela.
El rugby y el deporte en general son formidables herramientas de transformación, que deben aprovecharse como escuelas de conciencia y compromiso
El modesto homenaje que realizaron los Pumas a Maradona derivó en agravios y críticas desproporcionadas hacia los jugadores, obviamente ajenos a la organización del homenaje y los pormenores del marketing, o al menos sin la responsabilidad principal.
Como sucede habitualmente con otras cuestiones, se produjo una verdadera "caza de brujas", instaurada desde lo más alto del poder, y los mismos jugadores que 15 días antes habían sido considerados héroes al obtener el primer triunfo de la historia sobre el mejor equipo del mundo, pasaron a ser considerados traidores a la patria. En este escenario en ebullición, la UAR no estuvo a la altura de las circunstancias al actuar en forma impulsiva y autoritaria: primero sancionó a los jugadores y luego dio marcha atrás. Producto de presiones, bajo la influencia de sponsors o intereses ajenos al juego, descuidó su activo más valioso, los jugadores, y no colaboró en su cuidado y protección. Un conflicto de magnitud, cuando la cabeza de los Pumas debería estar puesta en el inminente partido con Australia.
En esa búsqueda desesperada por encontrar basura, la maquinaria oficial de división ciudadana y desprestigio al disidente desempolvó tuits aberrantes publicados hace casi diez años, cuando tres de los jugadores argentinos (su capitán Pablo Matera, Guido Petti y Santiago Socino) no habían comenzado sus formidables carreras como jugadores seniors.
Los textos posteados por los jóvenes de entonces son tan discriminatorios y xenófobos que con solo reproducirlos alentaríamos los desbordes. Representan otro llamado de atención para los amantes del rugby, para que continúen en la senda de la autocrítica y encuentren respuestas a episodios tan repudiables.
Como sostuvimos en otras columnas, el rugby y el deporte en general son formidables herramientas de transformación, que deben redoblar esfuerzos para actuar con más fuerza y despertar conciencia y compromiso.
Dentro de lo oscuro del referido episodio, destacamos un hecho no habitual en la dirigencia: el inmediato reconocimiento del error y el pedido de disculpas a los damnificados. Otro dato importante radica en la coincidencia general de que esas nefastas expresiones no reflejan en absoluto el actual sentir de los protagonistas y que, fruto de su desarrollo y evolución personal, hoy son referentes para miles de fanáticos de la pelota ovalada. Han sabido evolucionar, como tantas otras personas en los rubros más dispares. Basta con repasar las numerosas acciones solidarias y gestos edificantes que han tenido los rugbiers en los últimos años, en forma totalmente desinteresada y con escasa repercusión en los medios. El total apoyo que recibieron de sus compañeros y clubes en general hablan por sí solos.
En una sociedad que incorpora nuevos paradigmas a vertiginosa velocidad, el anacronismo, es decir, juzgar con la vara de hoy hechos y dichos sucedidos en el pasado, es un peligroso vicio en el que se cae con asiduidad.
¿Sería justo condenar ahora a José "Pepe " Mujica por su pasado de violencia y pecados de juventud en la organización terrorista Tupamaros? ¿O es más saludable rescatar su arrepentimiento y aporte a la democracia uruguaya? Es un soplo de aire fresco que la mayoría haya optado por ponderar su legado de civismo, cuando hace pocos días y en medio de fraternales reconocimientos renunció a su banca de senador junto a su histórico opositor del partido Colorado Julio María Sanguinetti.
¿Debemos sancionar hoy a Marcelo Tinelliy excluirlo de la televisión por su responsabilidad como conductor en programas de hace dos décadas que cosificaban a la mujer y denigraban su condición?
Incluso un ícono de la paz, y ganador de un Premio Nobel, como Nelson Mandela, fue el brazo armado del Congreso Nacional Africano, antes de convertirse en un líder moral y político mundial inigualable.
Sin dudas, muchos de los que dicen estar horrorizados por lo sucedido pretenden en realidad enlodar a todo el mundo, para disimular así sus propias manchas.
El Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), algunos organismos que dicen proteger la libertad y la pluralidad, y supuestos defensores de los derechos humanos actuaron frente a este episodio como casi siempre, es decir, en forma parcial, facciosa e ideologizada. Indigna repasar que no mostraron mayor preocupación ni condena por los dichos del actor Dady Brieva, similares en su tenor a los aquí repudiados, pero realizados en la actualidad, con pleno conocimiento del significado de sus exabruptos, y sin que haya existido una mínima disculpa.
Es irritante que varios funcionarios nacionales que deberían explicar sus tropelías en la Justicia y que son la cara de un compendio de violaciones a la Constitución nacional se muestren como referentes de moralidad y se animen a levantar el dedo acusador, por el contenido de algunos tuits, volcados por jóvenes hace casi una década.
Ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio, como reza el conocido dicho popular, describe perfectamente la realidad. El maniqueísmo de ciertos dirigentes convierte en blanco o negro cualquier análisis, y pretende hacer olvidar de un plumazo distintos hechos del mundo del rugby que engrandecen los valores del deporte. ¿Cómo valorar que un partido de rugby pueda disputarse con total normalidad ante más de 10.000 hinchas, tribunas compartidas y ni un solo policía? ¿Cómo explicar que en un tercer tiempo se agasaje y premie al rival de turno? ¿Cómo lograr que jugadores con pulsaciones aceleradas en un deporte de contacto respeten al árbitro y cumplan sus directivas sin gestos de ningún tipo?
Criticar sin agraviar, respetar al otro, defender la libertad en todas sus formas, ser tolerantes, pregonar la unión y la paz ciudadana y tantos otros preceptos son valores esenciales para la convivencia.
Lo sucedido con los Pumas, Maradona y los tuits de la polémica pueden significar un punto de partida, si aprendemos de nuestros errores y nos enfocamos en el futuro. Mirar siempre por el espejo retrovisor nos ata, paraliza y dilapida nuestra energía como país.