Los protocolos del adiós
La necesidad de acompañar o despedir a nuestros seres queridos durante la pandemia requiere una generosa cooperación de los profesionales de la salud
Las historias de todo tipo que nacieron de la pandemia seguirán dando que hablar por mucho tiempo. Las ligadas a las despedidas de los seres queridos que perdieron la vida serán, sin duda, de las más dolorosas.
La distancia impuesta para reducir los contagios, los estrictos protocolos, han privado a muchísimos enfermos de la cercanía de sus afectos. En su lugar, muchos médicos y enfermeros han cubierto roles ajenos a su función, en un generoso esfuerzo adicional a su ya demandante y exigente labor.
La internación supone un nivel de aislamiento que angustia mucho también a los familiares, imposibilitados de acompañar presencialmente un trance tan difícil. Con 49 años de matrimonio, Gloria Padilla no pudo acompañar a su marido durante las cuatro semanas que siguieron a una cirugía programada. Contagiado de Covid en la clínica en la que estaba, las noticias sobre su evolución llegaban a la familia vía celular, de manera fría e impersonal. Así le avisaron también del fallecimiento del "amor de su vida" y padre de sus siete hijos. Solo pudo despedirse a través de un cristal, desde un pasillo. Hoy relata su dolorosa experiencia movida por el deseo de que los protocolos se modifiquen.
Omar Guisante no tuvo más remedio que observar de lejos cómo subían a una ambulancia a su mamá, internada en un hogar y diagnosticada con Covid, y luego de seguir con su moto a la ambulancia pudo ver cómo la bajaban ya con una máscara de oxígeno colocada. Trece horas después, había fallecido y a los familiares no les estuvo permitido siquiera acercarse al ataúd.
Cuando la salud del cuerpo se ve amenazada, la del alma demanda mayor atención
La calidad humana de muchos profesionales puede marcar la diferencia cuando su intermediación suple de alguna forma las barreras y las ausencias. Cuando el enfermo puede estar de alguna forma en contacto con los suyos entiende que no ha habido abandono y puede compartir breves momentos de despedida que harán que al instante de partir pueda hacerlo en paz, reconfortado y acompañado por el recuerdo de sus seres queridos.
Avisada por teléfono del fallecimiento de su mamá, luego de tres días de comunicaciones restringidas, en las que la doctora Victoria Ruiz había oficiado de valioso nexo entre la enferma y la familia, Gabriela Schmitt necesitaba verla para despedirse. Ya en el Hospital, entendió que el riesgo era alto, aún respetando todas las medidas de seguridad, y fue la doctora Belén Bonella quien le ofreció establecer ella misma una videollamada desde la antesala de la morgue para que Gabriela pudiera verbalizar unas palabras de despedida para su mamá. "Existen muchas maneras de acompañar el buen morir, no solo la presencia física. Hay muchas maneras de estar presente en el corazón del otro. Lo que hicieron las médicas del Italiano por mi familia marcó una diferencia enorme en la vida de todos nosotros", afirmó.
Sentir que se pudo estar de alguna forma cerca del ser amado favorece el difícil proceso de duelo. La distancia sanitaria impuesta genera una impotencia que carga de culpa y frustración a los deudos. Incluso rituales como los velorios o los cortejos en los cementerios tienen su razón de ser en fortalecer los lazos de afecto en momentos difíciles y en honrar a la persona fallecida. Ante una pandemia que impone sus reglas, una asistencia humanizada hace la diferencia. Cuando la salud del cuerpo se ve amenazada, la del alma demanda mayor atención.