Los mensajes del 18-A
La multitudinaria manifestación de anteanoche volvió a señalarle al Gobierno que existen los límites y dejó una advertencia para la oposición
Detrás de la multitudinaria movilización ciudadana de anteanoche confluyeron diversas demandas, tales como la necesidad de garantizar la independencia de la Justicia, de terminar con la corrupción y los negociados entre gobernantes y amigos del poder, o de instrumentar una verdadera política de Estado contra la inseguridad. Pero por encima de esos reclamos, potenciados últimamente por un nuevo escándalo protagonizado por un supuesto testaferro de Néstor Kirchner y por la gravísima reforma judicial a libro cerrado que impulsa el oficialismo, hay un mensaje mucho más profundo de la gente que salió a las calles en todo el país. Es una señal al Poder Ejecutivo Nacional de que en una auténtica democracia republicana existen los límites y que ningún gobierno está en condiciones de hacer lo que quiere, ni siquiera escudándose en el 54% de votos obtenidos en las últimas elecciones presidenciales.
En resumidas palabras, la ciudadanía que se movilizó pacíficamente lo hizo en rechazo del "vamos por todo" que desde hace tiempo viene proclamando el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner . Haber obtenido la mayoría de los votos no otorga la más mínima prerrogativa para burlarse de la Constitución Nacional, renunciar al principio de división de poderes y conformar un Poder Judicial con magistrados identificados con la militancia partidaria antes que con la independencia que exige su noble función.
La movilización que protagonizaron cientos de miles de ciudadanos y familias es una indubitable señal de hartazgo frente a un gobierno que cada vez apuntala más su gestión en el miedo y en la persecución de quienes osan cuestionar en público sus políticas. Como las jornadas del 13 de septiembre y del 8 de noviembre del año pasado , este 18 de abril ha representado un nuevo intento de poner límites a la soberbia, el desprecio por las opiniones ajenas y las acciones cada vez más autoritarias que caracterizan a un gobierno incapacitado para escuchar a una sociedad que no se cansa de exigir respeto por las instituciones de la República.
Los asistentes a la manifestación del jueves han advertido que, detrás de la denominada "democratización" de la Justicia impulsada por el Poder Ejecutivo, se esconde la intención de alcanzar la suma del poder público por parte de un grupo gobernante que se cree dueño y único intérprete de la voluntad popular. Un contrasentido, teniendo en cuenta que el cuestionable proyecto de reforma judicial, en los términos en que fue enviado al Congreso para su veloz aprobación, ni siquiera figuraba en la plataforma programática del kirchnerista Frente para la Victoria en los comicios presidenciales, al igual que tantas otras iniciativas impulsadas luego por la jefa del Estado.
Pero el mensaje del 18-A no sólo tuvo como destinatario a una presidenta que, lamentablemente, prefirió escaparse a Venezuela, para celebrar la consagración de un gobierno que asumió en medio de graves denuncias de fraude, y refugiarse en una seguidilla de tuits que en ningún momento se hicieron eco de la mayúscula protesta ciudadana. El sonar de las cacerolas también estuvo dirigido a legisladores del oficialismo que han dejado de actuar como representantes del pueblo para convertirse en un regimiento que sólo obedece órdenes de la Casa Rosada y a quienes pronto podría caberles la figura de traidores a la Patria, dado su afán por concederle al Poder Ejecutivo la suma del poder público.
Hubo también por parte de quienes se movilizaron un claro mensaje a los jueces para que actúen con el coraje necesario para enfrentar la escandalosa corrupción y las presiones por convertirlos en un apéndice del poder político. Una actitud que también deberían asumir los empresarios, en lugar de someterse a la coacción de los funcionarios. Y, desde luego, no faltó en los manifestantes un llamado casi dramático a los representantes de la oposición política para que unan sus fuerzas y aprendan de sus errores. Porque, en definitiva, si uno de los principales cuestionamientos al gobierno nacional es su rechazo al diálogo, los dirigentes de los distintos partidos opositores deberían dar el ejemplo y profundizar la construcción de puentes que eviten el desmoronamiento de la República.