Los desaguisados de la AFA y las sociedades anónimas
Provoca indignación la desafiliación de un club de La Plata luego de que sus socios aprobaran la posibilidad de incorporar capital privado
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La arbitraria desafiliación de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) del club Centro de Fomento José Hernández de la Plata muestra nuevamente el mal ambiente que impera en la entidad rectora del deporte más popular de nuestro país, cuyos directivos se amparan en los recientes éxitos de jugadores y equipos técnicos como escudo protector para disimular y ocultar los vicios de la conducción.
El club Hernández aprobó en una asamblea de socios una reforma de sus estatutos con el fin de abrir la posibilidad de incorporar capital privado para desarrollar y ampliar su infraestructura y dar mejores condiciones a su labor social y deportiva.
La voluntad de los asociados del club chocó con la posición de la AFA, que por lo pronto afectó la participación de sus equipos de cuarta, quinta y sexta división en la Liga Costera.
Cabe señalar que los socios del club Hernández simplemente abrieron la posibilidad de gestionar la incorporación de fondos privados, de acuerdo a la normativa vigente pero aún no avanzaron en las gestiones para concretarlo. Se trata de una decisión en sintonía con el impulso que el gobierno nacional pretende dar a la opción de que los clubes se conviertan en sociedades anónimas deportivas (SAD). En tal sentido, el secretario de Deportes de la Nación, Daniel Scioli, afirmó: “Último momento: los socios del club Centro de Fomento José Hernández de La Plata aprobaron la posibilidad de que capitales externos inviertan en el futbol. Esta es la importancia de las SAD. Los socios eligen en libertad. Las inversiones privadas pueden ser un instrumento para aportar a los clubes crecimiento institucional, deportivo, de infraestructura y social”.
Esta declaración del secretario de Deportes motivó, además de la rápida desafiliación del club José Hernández de la AFA, la réplica del tesorero de esta entidad, Pablo Toviggino, con su habitual estilo chabacano. Este dirigente rosarino radicado en Santiago del Estero ha logrado, como sucede en provincias donde la división de poderes y el control republicano es una caricatura, un acelerado ascenso económico debido a sus vinculaciones con Gerardo Zamora, el autócrata que desde hace veinte años ha impuesto un régimen familiar patrimonialista en esa provincia y en donde la arbitrariedad forma parte de la vida cotidiana de los santiagueños.
El argumento de la AFA, según el cual solo pueden ser afiliados a esa institución clubes en la forma de sociedades civiles, no tiene en cuenta que la entidad rectora del futbol mundial, la FIFA, admite las sociedades anónimas en numerosas ligas.
Por otra parte, la figura de las SAD está incluida en el decreto de necesidad y urgencia 70/2023, que fue firmado por el actual presidente de la Nación al inicio de su gestión y se encuentra vigente. Paralelamente, la Secretaria de Deportes de la Nación ha anunciado que esta iniciativa será incluirá en un proyecto de reforma a la ley que regula actividades deportivas.
La discusión de fondo sobre la conveniencia o no de las SAD merece un debate de otro vuelo, sin descalificaciones y agravios que evidencian el temor a perder el control de negocios jugosos. Es un secreto a voces que, sin el control que exige una sociedad anónima, hay de hecho mucho dinero privado en los clubes de futbol. Nadie puede ignorar, que en numerosos planteles de futbolistas, la titularidad de no pocos contratos está en poder de empresarios e inversores y que los clubes se benefician en una porción muy limitada del valor que adquieren esos jugadores por sus éxitos deportivos y por sus transferencias a clubes del exterior.
La AFA y su dirigencia ha dado mucho que hablar en los últimos tiempos a raíz de no pocas situaciones y negocios escandalosos, de los cuales hemos venido dando cuenta en esta columna editorial. Defraudaciones, desvíos de fondos e infracciones a la ley cambiaria forman parte del repertorio de maniobras turbias por las que se investiga a la entidad rectora del fútbol argentino. Arbitrajes sospechados de parcialidad, manipulación del sistema de ascensos y descensos para beneficiar a determinados clubes y falta de sentido común a la hora de definir sedes de partidos, como la final de la Copa de la Liga Profesional, jugada entre Estudiantes de La Plata y Vélez Sarsfield en Santiago del Estero, bien lejos de donde vive la abrumadora mayoría de sus respectivos simpatizantes, son solo algunos de los desaguisados de la dirigencia de la AFA, encabezada por Claudio Tapia.
Es hora de que algunas dirigencias corporativas aprendan que nada ni nadie puede estar por encima de la ley. Si este principio no se impone, la recuperación del país será muy difícil, por no decir imposible.