Longevidad activa
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Con el acuñado nombre de grieta, los argentinos hemos pasado a demarcar las numerosas cuestiones que nos dividen. Una de ellas es, sin duda, la edad. En palabras de un prestigioso gerontólogo, Leopoldo Salvarezza, se habla despectivamente del “viejismo”. No se reconoce que la prolongación de la esperanza de vida abre un sinfín de nuevas oportunidades para nuestras sociedades cuando aceptamos el desafío de integrar multidisciplinariamente todo nuestro capital humano.
Como destacan Antonio Huertas e Iñaki Ortega, autores de La Revolución de las Canas, hay que distinguir entre longevidad, como la cualidad de vivir mucho tiempo, y el envejecimiento como la acción de volverse deslucido o estropeado, distinto del envejecimiento activo. Hoy podemos ser jóvenes por más años.
Los adultos mayores de Okinawa, una isla del Pacífico japonés, no solo siguen una dieta rica en antioxidantes y hacen actividad física. Los longevos habitantes de este territorio practican el llamado ikigai, esto es tienen un propósito. En etapas avanzadas de la vida, cuando se vuelve a disponer de tiempo, es sabido que muchos son los que retoman estudios abandonados, o incluso nunca iniciados, imprimiendo el ansiado propósito a la nueva etapa y superando así también el peligroso aislamiento social.
El primer programa universitario para mayores fue creado en 1973 en la Universidad de Tolouse; entre nosotros fue en 1984 cuando inició actividades el Departamento de Mediana y Tercera Edad en Paraná, Entre Ríos, incorporando una nueva oferta académica. Al inicio de un nuevo ciclo lectivo, debemos celebrar que numerosas instituciones hagan foco en encauzar este interés renovado en cursos y talleres de modalidades virtuales, presenciales o híbridas.
La misión social de distintas casas de estudio ha dado lugar a programas de Adultos Mayores en la Universidad Nacional de Quilmes y en la de Córdoba, así como en la de Mar del Plata y la dependiente del PAMI (UPAMI), entre otras. En 2011 nació el Programa Universidad Abierta para Adultos Mayores en la Universidad Nacional de Rosario (adultosmayores.unr.edu.ar), hoy en avanzadas gestiones para contar con edificio propio. La pandemia motorizó la virtualidad en estos ámbitos con demandas que debieron incluso superar fronteras.
La educación permanente es así instrumento para la promoción de la salud. Combatir la monotonía, compartir con otros, mantenerse activo y explorar nuevas posibilidades abre un camino altamente recomendable. Nuestra sociedad condena a la mayoría de los jubilados a la lastimosa carencia de los más mínimos recursos; una triste paradoja que demanda la reconversión de los sistemas previsionales tradicionales para que la convivencia generacional resulte en mejores resultados. Quienes puedan aprovechar estas oportunidades, muchos para superar estándares de obsolescencia en sus propios saberes, acercarán la posibilidad de promover la interacción, contribuyendo a desterrar la rancia y desactualizada gerontofobia de algunos que nada suma.