Lo grande perturba las mentes pequeñas
El presidente de la Nación cometió un error al calificar a empresarios como "miserables", en momentos en que se requiere unidad en el esfuerzo
En sociedades construidas sobre sanos valores, el éxito de uno de sus integrantes es valorado y exaltado por el conjunto. La envidia propia del ser humano es superada por el sentimiento de pertenencia, y si íntimamente en alguien subsistiera, no se animaría a exponerla públicamente. En las sociedades virtuosas, dentro de la valoración positiva se incluye al emprendedor, tanto más cuanto más importante y grande sea la empresa que ha construido. La comunidad desea su éxito y agradece la creación de trabajo; aprecia también que una empresa pequeña se haga grande.
¿Qué le pasa a la Argentina para que cada vez que un político quiera hablar de promover la industria deba rápidamente aclarar que piensa en las pymes? Si habla en favor del agro, cuida de referirse al pequeño productor. Si debe mencionar una empresa grande, aclara que no tiene nada que ver con ella y que ni siquiera conoce a sus dueños. Lo mismo les sucede a ciertos periodistas e intelectuales, más aún si están inhibidos por un supuesto progresismo.
Estas reflexiones vienen al caso en momentos en que la pandemia ha movilizado imprescindibles dispositivos de prevención, como la cuarentena, cuyos efectos colaterales afectan gravemente la actividad económica. Comunicadores y dirigentes políticos que comentan estos efectos ponen énfasis en los daños sobre las pymes, los cuentapropistas y los pequeños negocios. Sin ninguna razón omiten decir que las grandes empresas también están afectadas y perdiendo dinero. Cuando tienen inevitablemente que opinar sobre quiénes deberían absorber los costos, afirman con tono justiciero que estos tendrían que recaer en las grandes empresas y los bancos, "que ya han ganado mucha plata y que ahora la deben poner".
En esta escenificación tan carente de fundamentación como de justicia, se ha envuelto también el presidente de la Nación, quien ayer no tuvo mejor idea que calificar como "ejemplar" al sindicalista Hugo Moyano, adalid de la extorsión gremial que se encuentra procesado por la Justicia, donde se lo investiga por evasión impositiva, lavado de dinero y adulteración de medicamentos.
Pocos días antes, el propio Alberto Fernández había tildado de "miserables" a los empresarios que despidieran trabajadores, y aclaró un día más tarde que se refería a la organización Techint, por el despido de 1450 personas. Inmediatamente, el ministro de Trabajo dictó la conciliación obligatoria, con la que suspendió la decisión empresaria. Cuando el Presidente pronunció la frase "muchachos, les tocó la hora de ganar menos y así lo voy a hacer respetar", asumió que toda empresa grande gana mucho. Respecto del caso al que él se refería, no tuvo en cuenta que la construcción tiene un régimen especial de seguro de desempleo para los obreros, adaptado a la falta de continuidad de esa actividad. Este fue aplicado por Techint para una parte importante de los despedidos, que habían quedado sin trabajo debido a la suspensión de obras como consecuencia de la crisis. Ese fondo es personal y se constituye con aportes de la empresa.
Son contadas con los dedos de una mano las compañías argentinas que han llegado a constituirse en multinacionales. Algunas de ellas han surgido más recientemente en el área del conocimiento y todas ellas se han ocupado de actividades sociales en beneficio de la comunidad. Techint y Mercado Libre se cuentan entre ellas. La extraña cultura de aducir la sospecha para justificar el repudio a las empresas grandes aparece recurrentemente. Lamentablemente, emerge ahora en un momento de crisis que requiere unidad en el esfuerzo. Aquellas dos empresas han sido tocadas por el solo hecho de su tamaño. Deberíamos recordar el dicho según el cual lo grande perturba mentes pequeñas.