Lenguaje inclusivo e ideología de género
La imposición de cambios en la gramática castellana por el Gobierno disfraza concepciones extremistas ligadas a mecanismos de dominación
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La absurda pretensión gubernamental de imponer a toda costa el llamado lenguaje inclusivo, tanto para particulares como para organizaciones públicas, con precisos manuales a tales efectos, no decrece. Se alega la voluntad de respetar la diversidad y promover la inclusión de grupos de identidades y autopercepciones sexuales diferentes en contraposición con cualquier forma de discriminación por parte de la sociedad y el Estado.
Esa categorización no es novedosa. Sigmund Freud la denominó “pansexualismo” para abarcar todos los estereotipos de la sexualidad humana con el fin de soslayar el género biológico, hombre o mujer, y sustituirlo por uno neutral, inspirado en la construcción existencialista. Esta teoría de Freud atrajo como ninguna otra al marxismo radicalizado de muchos pensadores políticos que vieron en ella la posibilidad utópica de igualar a todas las clases y géneros biológicos de la sociedad para poner fin al capitalismo.
El lenguaje inclusivo es una de las herramientas que utiliza la llamada ideología de género para promover un cambio de mentalidad que permita llevar a cabo la revolución socialista por una vía pacífica, aunque impuesta por el Estado.
Su germen se encuentra claramente perfilado en la obra de Friedrich Engels, quien plantea una lucha de clases entre los hombres, que representaban la burguesía, y las mujeres, que a esos efectos eran consideradas proletarias. Aplicando la dialéctica del marxismo, el triunfo del proletariado implicaría el fin de esa lucha y la desaparición de las clases, que terminarían unificadas. Es decir, desaparecerían del mapa social los géneros masculino y femenino sustituidos por un concepto indeterminado a partir de la identidad de género de acuerdo con la autopercepción, dando lugar a una serie infinita de posibilidades.
En la Argentina se ha dado un lamentable paso con la sanción de la ley 26.743, que definió la identidad de género como “la vivencia individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no al sexo asignado al momento del nacimiento…”.
Un feminismo radical ha ido ganando terreno sobre el auténtico feminismo, que es el de equidad, cuyo objetivo es tan justo y loable como plausible
La penetración cultural que ha tenido en nuestro país la ideología de género ha sido exponencial a la luz del conjunto de leyes sancionadas en estos años, tales como las de matrimonio igualitario o interrupción voluntaria del embarazo, metáfora para disfrazar la muerte de una persona por nacer. Sus consecuencias son en algunos casos irremediables para la vida de personas inocentes a las que la sociedad y el Estado deben proteger. Los sucesivos avances de esta ideología se infiltran también en instituciones educativas, organizaciones profesionales y empresariales que, por apego a un mal entendido modernismo, pasan por alto la conculcación de las libertades que encierra y las injustificadas discriminaciones inversas que provoca.
La perspectiva de género es la principal bandera por la que lucha el feminismo radical, el que ha ido ganando terreno sobre el auténtico feminismo, que es el de equidad, cuyo objetivo es tan justo y loable como plausible. Porque no pueden ignorarse las injusticias y violaciones al trato equitativo habidas contra las mujeres en diferentes épocas históricas, ni tampoco las que soportaron los sectores discriminados por su orientación sexual.
Pero de ahí a la deconstrucción de la persona humana que define la ciencia biológica media una diferencia muy grande, por cuanto se traduce en algo semejante a un suicidio social, contrario a la lógica y a la razón, cuya justificación reposa solo en el absurdo.
El lenguaje inclusivo que alientan muchos gobiernos, con Venezuela a la cabeza, representa otro intento de la ideología de género para imponer, por medio del Estado, una forma rebuscada y antinatural de hablar que produce serias disonancias gramaticales, ocasionando también efectos disvaliosos y planteando obstáculos innecesarios para el aprendizaje de la lengua. Por esas razones ha sido prohibido en Francia, Alemania e Italia y, entre nosotros, en las escuelas de la ciudad de Buenos Aires.
La autoridad estatal no puede arrogarse la potestad de imponer una inclusión forzada de la diversidad de género en un solo género lingüístico considerado neutral, por cuanto el lenguaje constituye siempre un producto natural de la sociedad. Su custodia y perfeccionamiento están a cargo de entidades académicas especializadas sin intervención del Estado.