Las elecciones chilenas
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La enorme polarización fue el hecho sobresaliente en la primera vuelta de las elecciones presidenciales llevadas a cabo días atrás en Chile. José Antonio Kast, del partido Republicano, se impuso con el 27,9% de los votos sobre Gabriel Boric, de Convergencia Social, amalgama de izquierda donde el Partido Comunista tiene gran peso, con el 25,8%. Es la primera vez, desde la recuperación de la democracia en 1990, que los candidatos presidenciales con las mayores preferencias están tan lejos del centro.
Las dos fuerzas que se alternaron en el poder en las últimas tres décadas quedaron relegadas. Sebastián Sichel, de la alianza oficialista de centroderecha Chile Podemos Más, y Yasna Provoste, de la coalición de centroizquierda Nuevo Pacto Social, no lograron esta vez atraer a una porción significativa de votantes.
De cara a la segunda vuelta, Sichel dejó en libertad a sus votantes y Provoste no dio señales sobre a quién dará su voto en diciembre. El liberal Franco Parisi, un candidato que no pisó Chile durante toda la campaña, dio la sorpresa y fue tercero (12,8%), por lo que sus votos pueden ser claves en la segunda vuelta.
Kast promete recuperar el orden público, achicar el Estado y rebajar impuestos por hasta 8800 millones de dólares. Boric propone una reforma tributaria para recaudar 8 puntos del PBI, con más impuestos a los superricos, a los ingresos mensuales superiores a los 5400 dólares, impuestos verdes y tributos más altos para la gran minería del cobre, así como eliminar las administradoras de fondos de pensiones (AFP). Ambos candidatos necesitan captar las voluntades del 54% de los chilenos que no votaron en la primera vuelta, desencantados con la política y los políticos. La abstención es un problema estructural en Chile desde que en 2012 se suprimió el voto obligatorio.
Tras los comicios realizados se abre un escenario político en donde ambos candidatos habrán de asumir posturas más moderadas y los legisladores tendrán que negociar y llegar a consensos. El desafío de quien resulte ganador será, entre muchos otros, despejar la incertidumbre que se ha adueñado de uno de los países más estables del continente.