La tercera ola y los autotesteos
- 4 minutos de lectura'
En esta temporada de verano, las olas que más preocupan no son precisamente las del mar. La cantidad de contagios de coronavirus crece diariamente, y establece nuevos récords, con personal sanitario exigido por demás, a raíz del mayor nivel de transmisibilidad de la variante ómicron.
Los habitantes del área metropolitana de Buenos Aires asisten a una demanda de testeos que supera ampliamente la capacidad de dar rápida respuesta en los centros habilitados a tales fines. Quienes se consideran contactos estrechos y aún no presentan síntomas, quienes sí los tienen, quienes necesitan el certificado para viajar o simplemente para bajar su propia ansiedad conviven en interminables filas, muchas veces sin respetar las distancias mínimas que los protocolos recomiendan. La impaciencia y la desesperación no entienden en muchos casos la importancia de acercarse a los centros con turnos cuando no hay síntomas, para descomprimir las llamadas unidades febriles de urgencia (UFU), anexas a hospitales públicos porteños, que brindan inmediata atención a los sintomáticos entre las 8 y las 20.
Desde el minuto uno de la pandemia, allá por 2019, los epidemiólogos pusieron el acento en la necesidad de aumentar los testeos para aislar debidamente a los contagiados. La realidad indica que la capacidad de testear a todos los que lo solicitan está muy lejos hoy de cubrir la demanda desatada por esta tercera ola. No sorprende, habida cuenta del pésimo manejo que el Gobierno viene haciendo de la pandemia a lo largo de los últimos dos años.
Respecto del inicio del brote, el Ministerio de Salud reporta más de 28 millones de pruebas diagnósticas, con un subtesteo de 150.000 diarias en la actualidad, que a juicio de expertos debieran ser al menos 300.000. El ministro de Salud porteño, Fernán Quirós, recomendó que solo se acerquen a las UFU las personas sintomáticas y destacó la importancia de liberar sin más demoras los autotesteos de Covid.
Por su parte, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) aprobó finalmente anteayer la venta de 4 kits de testeo de autoevaluación para pacientes mediante hisopado nasal de venta libre en farmacias, probadamente exitosos en otros países. Una vez más, cuesta explicar tanta demora con productos inocuos en momentos tan críticos.
Con tantos pasos en falso del Gobierno, cabe preguntarnos si las demoras tuvieron asidero en la rigurosidad científica propia de la aprobación de un producto médico o en una maniobra más en pos de pretender centralizar caprichosamente la que puede considerarse la primera línea de defensa contra el virus. Recordemos que el Ministerio de Salud estableció que las únicas pruebas autorizadas son las que realizan los operadores sanitarios públicos y privados. Por eso se habló del lobby llevado a cabo por la “corporación bioquímica”, contrario a la venta libre de los tests en farmacias, y que defiende su condición de ser los únicos habilitados para cargar resultados en el Sistema Integrado de Salud Argentino (SISA).
Todo indicaba que bastaba con establecer un marco regulatorio para el trabajo conjunto que permitiera completar el circuito de información de resultados y su notificación obligatoria a fin de controlar el cumplimiento de las responsabilidades de los enfermos y el control estadístico del virus.
El testeo regular es claramente útil desde una perspectiva epidemiológica para marcar la trazabilidad del virus y que sean portátiles, fáciles de usar y con resultados en 15 minutos es importante. El Gobierno apura las negociaciones con empresas multinacionales y locales para la importación a fin de que rápidamente estén disponibles en las farmacias a un precio que se estima rondará la mitad del de los PCR que realizan los laboratorios privados. Oportunamente también convendrá analizar cómo proveerlos a quienes no puedan comprarlos y por alguna razón los requieran por fuera del sistema sanitario oficial.
Con solo 78 millones de dosis aplicadas en el país, 38 millones en primera dosis y 33 millones con dos dosis, el ritmo de vacunación sigue siendo marcadamente lento e insuficiente, cuando países como Israel están aplicando ya una cuarta dosis. La negligencia oficial, su caprichosa elección de proveedores de vacunas afines ideológicamente, el descaro del vacunatorio vip y las escenas que registraron la violación de la cuarentena fijada por el propio Gobierno son solo algunos de los capítulos de un triste y memorable sainete. Los 117.000 muertos, mientras tanto, nos recuerdan que pudimos haber hecho las cosas de manera diferente. Imprimir el ritmo necesario a la vacunación y ampliar el acceso a los testeos es imperioso para no seguir equivocando dramáticamente el rumbo.