La renuncia de Boris Johnson
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El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, presentó su renuncia tras una avalancha de dimisiones de ministros y legisladores. Johnson protagonizó varios escándalos sobre cuestiones éticas en los últimos meses, que minaron su imagen y le costaron el puesto.
El escándalo de las fiestas clandestinas organizadas en Downing Street durante el confinamiento por la pandemia, que negó a pesar de los testimonios y de las imágenes difundidas, o el apoyo a funcionarios cuyo comportamiento impúdico era por todos conocido hablan de la cultura de la mentira que se generó alrededor de su figura.
A esas alturas, el deterioro de su liderazgo ya atravesaba una fase terminal; sin embargo, mantenía aún la lealtad de una mayoría de parlamentarios conservadores y de sus ministros. La gota que rebalsó el vaso fue la revelación de que el primer ministro estaba al tanto de acusaciones de acoso sexual contra un diputado conservador, Chris Pincher, antes de que lo promoviera dentro de la jerarquía del partido.
A pesar de su renuncia, Johnson ha manifestado que permanecerá en el cargo hasta que sea nombrado su sucesor. Durante dicho período estará acompañado de un gabinete formado por un grupo cada vez más pequeño de incondicionales, junto a algunos ministros que han aceptado permanecer en el cargo para que el gobierno no se detenga.
El comité del Partido Conservador decidirá la fecha en que darán inicio al proceso para determinar el sucesor, y algunos parlamentarios presionan para que sea lo antes posible. Fiel a su impronta, Johnson no ha realizado aún autocrítica alguna.
La agrupación conservadora enfrenta una difícil misión: dar con un nuevo líder que recupere la confianza de los votantes, repudie la política basada en las mentiras, sea fiable y apueste por una política creíble, sin histrionismos ni cinismo y que afronte la crisis económica que provoca la inflación. No será fácil. Antes tendrán que reconstruir un partido que, como tantos otros en este siglo, cometió el pecado de ponerse al servicio de la excentricidad de un ego desmesurado.