La "re-reelección" de Uribe
Otra reforma constitucional con nombre propio no es lo mejor para Colombia tras los dos períodos del actual presidente
A pesar de la amplia popularidad que tiene en la sociedad colombiana, no parece conveniente que el presidente Alvaro Uribe concurra a una segunda reelección para continuar en el cargo. Ocho años son suficientes para que cumpla con lo esencial de su gobierno y concluya lo que no alcanzó a terminar en su período inicial de cuatro años. Prolongar más su mandato frustra la evolución normal de la vida política, ya que ninguna democracia puede depender de una persona en particular por importante que sea.
El gobierno de Uribe se ha caracterizado por su pragmatismo, contundencia y objetivos claros, como la reforma política, la modernización administrativa e institucional del Estado y la seguridad democrática. Los muy buenos resultados obtenidos permitieron el arribo de inversiones extranjeras y la recuperación de la confianza y la seguridad.
Uribe es, sin duda, uno de los mejores presidentes que ha tenido Colombia en los últimos tiempos y, sin importar la evaluación que se haga de los resultados de su gobierno, lo cierto es que cumple con las expectativas de la opinión pública. Sin embargo, una nueva reforma de la Constitución para permitir un tercer mandato consecutivo no sería saludable para la democracia colombiana ni para el país ni para el propio presidente.
En efecto, un intento de segunda reelección ocasionaría grandes costos a Colombia. Otros presidentes que sucumbieron a esa tentación, como Alberto Fujimori y Carlos Menem, acabaron mal. Algo similar podría ocurrirle a Uribe si, como parece, se llegase a comparar su caso con el de Hugo Chávez, quien ha tomado el control de prácticamente todos los aspectos de la vida política y económica de Venezuela, y los casos de Evo Morales, en Bolivia, y Rafael Correa, en Ecuador, que también buscan reformas constitucionales que les permitan ser reelegidos.
Un tercer período presidencial podría terminar por desdibujar la separación de poderes y destruiría los frenos y contrapesos que protegen a la sociedad de los abusos de poder.
El presidente Uribe ha logrado un lugar de privilegio en la historia de Colombia y de la democracia latinoamericana. Como buen estadista, debe promover el fortalecimiento de la institucionalidad democrática, concluir su segundo mandato y promocionar nuevas figuras sin forzar una riesgosa "re-reelección".