La proeza de Faustino
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Todos hablan de Faustino Oro, el niño argentino que, con solo 10 años de edad, ya es una promisoria figura del ajedrez mundial y que, días atrás, se dio el gusto de imponerse al gran maestro noruego Magnus Carlsen, que es nada menos que el número uno del mundo en el juego ciencia y es considerado por muchos el mejor ajedrecista de la historia.
Es cierto que el resonante triunfo de Faustino no se produjo en una partida de ajedrez convencional, sino en el marco del torneo Bullet Brawl 2024, que se juega bajo la modalidad online “ultrarrápida”, en la que cada jugador cuenta con apenas un minuto. Y si bien, para algunos analistas, este hecho en cierto modo le otorga una importancia relativa al éxito, no puede obviarse que Carlsen es también uno de los dos mejores del mundo en esta novedosa especialidad.
Faustino había descubierto su pasión por el ajedrez en tiempos de pandemia. Fue su padre, Alejandro, quien recurrió a los tableros en su afán por superar el tedio del encierro forzoso y el peligro de una pelota entre cuatro paredes para enseñarles a él y a su mujer los movimientos básicos. Aquel “juego aburrido” que jugaba su padre comenzó a divertirlo y el sitio Chess.com fue testigo de sus primeros pasos. Le siguieron las clases y sus notables avances. Quien apenas comenzaba a jugar en la pandemia hoy tiene un título de maestro FIDE, está entre los 500 mejores del mundo y lidera el ranking de su edad, con una puntuación ELO superior a 2300 y casi 46.000 partidas disputadas en poco más de tres años. Su canal de YouTube “Faustichess” contabiliza más de 4000 suscriptores.
Él y su familia dejaron el barrio porteño de San Cristóbal. Sus padres, contadores, renunciaron a sus trabajos y se radicaron hace unos meses en Barcelona para que el niño pudiera tener mayores posibilidades de jugar alto ajedrez, en contacto también con maestros de elite. Hincha de Vélez, disfruta de patear la pelota, como debe ser también para un prodigio de su edad. Quiere ser “el gran maestro más joven de la historia”, para lo cual trabaja duro. Y más allá de que son muchos los que creen que tiene todo para convertirse en uno de los mejores ajedrecistas del mundo, no habrá que dejar de tener presente la inconveniencia de recargar demasiadas expectativas en alguien que es apenas un niño.