La paradoja de Massa
Son varias las bombas a punto de explotar como consecuencia de la mala praxis del Gobierno, que ha llevado al país nuevamente al límite
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La probabilidad de un desborde descontrolado se reduce debido a la expectativa de un triunfo electoral de la oposición. Pero esto refuerza la posibilidad eleccionaria de Sergio Massa.
Son varias las bombas en condiciones de explotar. Las más acuciantes son la bola de nieve de la deuda en pesos del Banco Central y el Tesoro, y el agotamiento de las reservas. Son cuestiones que el Gobierno viene remando cada vez con más dificultad, pero encuentra la forma de seguir. Las Leliq y los bonos del Tesoro se colocan en cantidades y a intereses cada vez mayores para cubrir los vencimientos. Por otro lado, las reservas utilizadas para sostener un dólar subvaluado ya se nutren con encajes de los depósitos bancarios en dólares. No alcanza con restringir las importaciones. De esta forma se viene resistiendo a costa de afectar la producción.
Si bien se cumple un año desde que la inflación se ubicó entre el 5% y el 6% mensual, eso no parece impulsar una rebelión social y le ha servido al Gobierno para retrasar los salarios públicos y las jubilaciones. Puede así contener el gasto y cumplir la meta de déficit primario acordada con el FMI. Si no es por mucho tiempo, este gobierno parece poder vivir con una inflación del orden de la actual.
No debería la oposición especular con las chances que podría darle una hiperinflación. Ya hemos visto en momentos de crisis agudas el “que se vayan todos”
No hay una amenaza inminente de default. El riesgo país se está manteniendo por debajo de los 2000 puntos básicos y la brecha cambiaria entre el tipo oficial y el informal oscila en el 100%. Faltan seis meses para las elecciones primarias y ocho para las generales, y cada vez es más probable llegar sin que un reventón termine con la gestión de Massa. Esto tiene que ver con sus posibilidades electorales. Solo un acontecimiento podría producir lo que llamamos reventón: la hiperinflación. Este sería un fenómeno distinto al de la inflación, ya que catapultaría la economía y la sociedad a una situación de mayor gravedad e intolerancia. Con hiperinflación se cortan las cadenas de comercialización y producción, ya que nadie vende por no saber a qué precio repone o a qué costo producirá. Se producen saqueos a supermercados y crece abruptamente el desempleo. Es la experiencia que se vivió en 1989 y que terminó anticipadamente con el gobierno de Raúl Alfonsín.
¿Qué hecho ocurrió y pueda volver a ocurrir para pasar de alta inflación a hiperinflación? Solo un convencimiento generalizado respecto de que los pesos perderán aceleradamente su poder adquisitivo y que hay que desprenderse de ellos de inmediato. Esto es la huida del dinero o, visto de otro modo, el aumento de su velocidad de circulación. En diciembre de 1988, el M1 (monedas y billetes más depósitos a la vista) rotaba íntegramente cada 10,8 días, mientras que, en julio de 1989, la velocidad de circulación aumentó y rotaba cada tan solo 3,8 días. La inflación mensual aumentó consecuentemente,en ese mismo intervalo, desde 6,8 % a 196,6%.
La velocidad de circulación depende de las expectativas de la gente sobre el futuro y he aquí la paradoja: si la percepción general es que la actual coalición opositora ganará las elecciones para gobernar a partir del próximo 10 de diciembre y corregir los desvíos, entonces se estaría evitando hoy una huida del dinero. Esto, a su vez, le estaría aportando paradójicamente más probabilidades a Massa como candidato. En ese escenario, si la velocidad de circulación se mantiene (el M1 hoy rota cada 9,6 días) y la inflación mensual oscila en el 6%, el Gobierno tiene espacio para exponer hasta octubre sus Precios Cuidados como una mentirosa defensa de los ciudadanos. Las encuestas dicen que la mitad de los habitantes creen que la inflación es culpa de los comerciantes y productores. En cambio, si se cayera en la hiperinflación, los dardos se dirigirían al Gobierno, como lo mostró la experiencia histórica.
No es la única paradoja. No debiera la coalición opositora especular con que una hiperinflación afirmaría sus chances electorales. En momentos de crisis agudas, hemos visto surgir el “que se vayan todos”. En ese escenario aumentaría el voto antisistema, que hoy tiene otro candidato. Estamos en una situación con muchas variantes, donde una economía al borde de la cornisa juega un papel destacado.