La pandemia potenció la solidaridad
El boom solidario y la capacidad de reacción y adaptación de la sociedad fue lo mejor que dejó el primer año que vivimos los argentinos en tiempos de Covid
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A poco más de un año del establecimiento del aislamiento social preventivo obligatorio por la pandemia de Covid-19, mirar para atrás nos devuelve un cúmulo de reflexiones. Frente a un Estado que buscaba la forma de paliar los desconocidos efectos de una situación imprevista, la sociedad civil debió enfrentar nuevos y acuciantes desafíos.
Un informe de Civicus, la alianza global de organizaciones de la sociedad civil que agrupa a más de 900 miembros en 175 países, reveló que la respuesta de la población fue rápida y vital a la hora de cubrir todo tipo de necesidades.
Localmente, las conclusiones de una encuesta realizada al cierre del año por la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) revelaron que dos de cada tres personas de sectores socioeconómicos medio y medio alto de la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires referían haber ayudado a alguien a lo largo de 2020.
Las donaciones de material, alimentos o fondos fueron lo más destacado (61%), seguido por quienes realizaron las compras a personas vulnerables y/o dependientes (55%), brindaron apoyo emocional o psicológico (47%); repartieron comida y/o suplementos de higiene (24%); ofrecieron servicios profesionales de forma gratuita (12%); donaron plasma o sangre (10%); confeccionaron tapabocas para distribuir a bajo costo o de forma gratuita (9%); trasladaron descuentos en bienes o servicios para personal esencial (4%); organizaron eventos culturales, deportivos o de entretenimiento virtual (4%), o escribieron cartas a enfermos de Covid (1%). Emocionantes ejemplos ante una prueba de fuego.
Si bien resulta difícil establecer una comparación, todo indica que la ayuda instrumentada fue superior a la que disparó la crisis de 2001. Familias enteras, vecinos del barrio, todos se encolumnaron detrás de la necesidad de improvisar viandas y organizar la distribución entre compatriotas que la pasaban muy mal. Los más jóvenes se acercaron para ayudar y acompañar a adultos mayores. Juntos fue más fácil.
Asistimos a un “boom solidario”, fruto de la reflexión –muchas veces en solitario y en total libertad–, que llevó a registrar donaciones récord de sangre, aun cuando al inicio se pararon casi totalmente, y plasma por parte de quienes superaron el temor, priorizando el valor de la ayuda ofreciendo incluso extracciones reiteradas. La cantidad de inscriptos diarios para donación de órganos también se convirtió en récord.
Marita Carballo, de la encuestadora Voices!, destacó el aumento de la “sensibilidad social”, dando como ejemplo una extendida preocupación por aquellos chicos sin acceso a la tecnología a la hora de recibir enseñanza virtual. Las donaciones de dispositivos también explotaron.
No aflojemos: apostemos con optimismo a que las acciones solidarias se sostengan, pues nos confirman que somos capaces de salir adelante
Ante una situación tan fuerte y de tanto impacto, no solo sanitario, sino también emocional, el registro colectivo asumía que la pandemia podía transformarnos para bien. Nos volcamos emocionados a los balcones a homenajear a personal de la salud. Conocimos a nuestros anónimos vecinos. Fabricamos barbijos y máscaras para que todos pudieran protegerse. Comprometimos mayores esfuerzos para estar cerca de quienes lo necesitaban, en particular de nuestros adultos mayores. Vimos crecer las acciones de voluntariado. Apostamos a que la reducción de las emisiones mejorara la situación del planeta y que las necesidades colectivas nos hermanaran con quienes más lo necesitaban, superando las barreras de todo tipo que habitualmente nos dividen y celebrando también que nuestras autoridades unieran fuerzas para alcanzar mejores resultados en aquellos primeros momentos, aunque luego no pudieran sostenerlas.
Poner manos a la obra y encarar acciones individuales o colectivas de todo tipo sirvió también para calmar las ansiedades y confirmar el espíritu de resiliencia que habita en muchos de nosotros. La ayuda se volvió transversal y nos traspasó no solo individualmente, sino también como sociedad. La concientización sobre un nuevo peligro, la fragilidad de la vida y el peso de los afectos frente al aislamiento se tornó razón más que suficiente para potenciar el compromiso de muchos.
El Covid-19 disparó una convocatoria solidaria que se tradujo también en nuevas formas de organización de la ayuda que se sostendrán sin duda en el tiempo, con dinámicas que se abrieron tan creativa como beneficiosamente.
Tanto la gente mayor en situación de soledad no deseada como quienes no sabían cómo hacer para acceder a ayudas nos confirmaron el valor de acompañar.
La solidaridad es muchas veces silenciosa. Se esconde en una mirada atenta y una voluntad siempre dispuesta. A muchos, la excepcionalidad de la situación volverá a depositarlos en el mismo lugar del que partieron sin haber registrado el impacto de una transformación. Pero para muchos otros habrá sido la bisagra hacia una nueva conciencia capaz de activar la ayuda voluntaria para sostenerla en el tiempo. Celebrémoslo.
La capacidad de respuesta y adaptación constituyó una gratísima sorpresa, incluida la masiva participación de los jóvenes que debieron ubicarse en la primera línea mientras los más mayores buscaban la forma de colaborar sin exponerse a riesgos sanitarios, detrás de un teléfono o haciendo un trabajo administrativo. No solo las personas se han mostrado solidarias, sino también muchísimas empresas que aportaron alimentos o logística.
Sobran motivos para celebrar el compromiso de nuestra gente como cada vez que alguna situación así lo ha demandado. No aflojemos; apostemosNo aflojemos: apostemos con optimismo a que las acciones solidarias se sostengan, pues nos confirman que somos capaces de salir adelante con optimismo a que estas acciones se sostengan, pues nos confirman que somos capaces de salir adelante cuando así nos lo proponemos y nos enfilamos unidos detrás de una buena causa. Solo así podremos construir el futuro que nuestros hijos merecen.