La pandemia no terminó
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El barbijo en la era Covid disparó una infinidad de controversias. Desde los primeros meses en los que la OMS transmitía miradas divergentes en cuanto a los beneficios u obligatoriedad de su uso, pasando por los sesudos análisis sobre cuáles eran mejores, cómo confeccionarlos de forma casera, o enseñando a colocarlos debidamente, han sido protagonistas indiscutidos durante la pandemia. Si bien muchos expertos decían que llegaron para quedarse, hoy la tendencia parece comenzar a revertirse.
Aquel ruidoso comité de médicos y epidemiólogos asesores del Gobierno, que pontificaba sobre cuestiones desconocidas y en terrenos experimentales, hace rato que se llamó a silencio. Hoy solo escuchamos algunas voces, muchas de ellas desacreditadas por la pésima gestión gubernamental que dejó, hasta aquí, un saldo de 115.000 muertos, un vergonzoso vacunatorio vip y un ofensivo Olivosgate, por solo mencionar algunos escándalos.
Abruptamente, el mismo gobierno que encerró a la población en la cuarentena más larga del mundo resolvió relajar protocolos sanitarios de cuidado frente a un virus que aún circula, aunque las cifras de contagio y mortalidad hayan descendido significativamente, y ante advertencias como las del inmunólogo e investigador del Conicet Jorge Geffner, quien aseguró que habrá circulación comunitaria de la variante delta, que preocupa por ser “mucho más transmisible” y que, por otra parte, “exige un sistema completo de dos dosis” (solo cuenta con ellas el 47,7% de la población). Nos preguntamos si el afán por congraciarse con votantes que no favorecieron al Gobierno podría llegar a estos terrenos. Heladeras y bicicletas mediante también.
Países con porcentajes de población vacunada por encima del 60%, como Israel, que relajaron el uso de barbijos y el respeto a los aforos, se vieron afectados por una tercera ola que obligó a retrotraer las prácticas y retomar la vacunación con terceras dosis, confirmando que no se ha mostrado conveniente suprimir de manera prematura los cuidados.
Solo el tiempo permitirá evaluar el acierto o el error de la flexibilización, tanto sanitaria como electoral. Por lo pronto, lo promisorio de las cifras recomendaría continuar el monitoreo permanente en una prudente transición, apelando también a la responsabilidad ciudadana. Ceder en un terreno ganado con tanto esfuerzo y con tantas vidas perdidas sería tan irresponsable como peligroso.